Investigar para ayudar
Nadie sabe a ciencia cierta qué delicado hilo se rompe dentro de sus mentes, qué complejo mecanismo torna a personas antaño fuertes y decididas, seguras de su quehacer diario, en frágiles juncos que se pueden romper de un momento a otro. Su mapa del mundo, con límites fijos y conocidos, ya no les proporciona seguridad: su mirada perdida traspasa y descoloca a quienes más les quieren. De repente, te encuentras ante alguien desconocido y desconcertante. Todo lo que rodea a las enfermedades mentales pueder ser, ciertamente, demoledor: ver cómo un ser querido se consume poco a poco, sin remedio, te empapa de tristeza e impotencia.
Yo concibo las investigaciones con células madre ya en marcha como el inicio de la solución no sólo de enfermedades mentales, sino de otras afecciones igualmente severas: algo siempre positivo, porque ayuda a los seres humanos en la mejora de su calidad de vida. Aliviar el sufrimiento que provocan las enfermedades es el motor de proyectos que únicamente buscan mejorar la existencia de quienes las padecen. Oponerse a esos avances cuando la solución puede estar a la vuelta de la esquina me parece, cuando menos, obsceno.
