Otro modelo de crecimiento
La OCDE ha alumbrado, a través de los manuales de Frascati y Oslo, conceptos estándares de Investigación, Desarrollo e Innovación Tecnológica (I+D+i). Los países miembros iniciaron hace ya bastantes años las encuestas sobre actividades de I+D y, más recientemente, las encuestas de innovación (i).
A estos efectos, se considera Investigación (I) la indagación original y planificada que persigue el descubrimiento de nuevos conocimientos en el ámbito científico y tecnológico. El Desarrollo (D) se refiere a la aplicación de los resultados de la investigación o de cualquier otro tipo de conocimiento científico para la fabricación de nuevos materiales o de productos o para el diseño de nuevos procesos o sistemas de producción, así como para la mejora tecnológica sustancial de materiales, productos, procesos o sistemas preexistentes. La Innovación (i) tecnológica comprende los productos y procesos tecnológicamente nuevos y las mejoras de los mismos, cuando son introducidos en el mercado (innovaciones de producto) o son utilizados en un proceso de producción o prestación de servicios (innovación de proceso). La innovación, en un sentido amplio (I+D+i), abarca las actividades de I+D y otras (i), tales como el diseño industrial, la inversión en equipos e ingeniería industrial, el lanzamiento de la fabricación de un nuevo producto, la adquisición de tecnologías materiales e inmateriales y la comercialización de nuevos productos, siempre que estén relacionadas con una innovación de producto o proceso.
Es difícil que una empresa invierta en innovación si el marco laboral dificulta la rentabilidad de la inversión
Las convenciones estadísticas dejan de lado actividades con un contenido innovador indudable. Cabe mencionar la adopción de nuevas formas organizativas, las políticas de recursos humanos o la aplicación de nuevos modos de gestión. El concepto estadístico de innovación está bastante ligado a la tecnología de producto o proceso, y menos a las tecnologías organizacionales y de modelos de negocio. Además, cabe añadir que la cobertura sectorial de las encuestas de innovación es limitada; por ejemplo, es llamativo que no abarque a las administraciones públicas.
Espacio para la innovación
Numerosos estudios económicos han querido dar cuenta de las consecuencias y causas del esfuerzo innovador de los países. Entre las consecuencias, debe citarse su impacto sobre la productividad y sobre el crecimiento. En España, este extremo ha ganado la categoría de debate político. En las últimas elecciones se ha propuesto un nuevo rumbo al modelo de crecimiento económico, que debería avanzar por la senda de la innovación, frente al camino conocido de la moderación salarial y la competencia de las empresas españolas en costes.
Son también numerosos los estudios que han pretendido explicar los factores determinantes del esfuerzo innovador. Suele citarse la permeabilidad de los mercados de capitales respecto de la innovación, o los incentivos fiscales a la inversión en esta variable. Habida cuenta de que España disfruta de un sistema financiero eficiente y de que la fiscalidad de la innovación es generosa, siendo los resultados en esta materia pobres, conviene explorar otras pistas antes de adentrarse en los caminos tortuosos de las subvenciones públicas. Por ejemplo, que en nuestro país la inversión en innovación no forma parte de la negociación colectiva, a pesar de que los intereses empresariales y sindicales parecen coincidentes. Es difícil que una empresa invierta en innovación, lo que en España suele estar asociado a la adquisición de bienes de equipo, si el marco de relaciones laborales dificulta la rentabilidad de la inversión. Tampoco cabe esperar que los trabajadores inviertan en formación específica para el puesto desempeñado, cuando las condiciones de trabajo son precarias.
El cambio de modelo de crecimiento económico resultará de una combinación de la negociación entre los agentes sociales y del reforzamiento de la competencia en los sectores de servicios. Si además el Estado ofrece espacios de libertad al conocimiento y a la iniciativa, la innovación será algo más que una convención estadística.
Alberto Lafuente Félez es catedrático de la Universidad de Zaragoza.
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