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Columna
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Camps visita Alicante

El presidente Francisco Camps viajó a Alicante la semana pasada para inaugurar el edificio de oficinas que la Generalitat Valenciana ha restaurado en el centro de la ciudad. Como no debió considerar apropiado presentarse ante los alicantinos con las manos vacías, Camps anunció que correrá con los gastos del futuro palacio de congresos que ha de construirse en la ciudad algún día. Dado que el anuncio no suponía propiamente una novedad, decidió añadirle una propina. "A lo mejor -dijo el presidente- la Generalitat construye un auditorio en Alicante". Como es la primera vez que oímos formular una promesa de ese modo, no sabemos demasiado bien qué pensar. Desde luego, no negaremos que se trata de una promesa presidida por la prudencia. Nadie podrá pedirle cuentas a Camps el día de mañana si el auditorio no llegara a construirse, algo que, dado el estado de tesorería de la Generalidad, parece lo más probable.

También anunció Francisco Camps que el Consell se reunirá mensualmente en Alicante. Considera el presidente que de esta manera se acercarán las decisiones políticas del Gobierno valenciano a la provincia. No podríamos decir si la medida tendrá alguna utilidad práctica; en cualquier caso, se trata de un gesto de buena voluntad que los alicantinos agradecerán. Entre un Joan Lerma para quien la Comunidad acababa en Cullera, y un Eduardo Zaplana que nos visitaba exclusivamente para darse un baño de multitud empresarial, la decisión de Francisco Camps resulta positiva y, por el momento, carece de contraindicaciones.

Tras estos anuncios, ahora sólo falta que el presidente comience a gobernar. La tarea que le aguarda no es sencilla y, a medida que trascurren los días, los problemas no cesan de acumularse. Debemos reconocer, sin embargo, que la mayoría de ellos no han sido provocados por Camps: son resultado de la peculiar manera en que Eduardo Zaplana gobernó la Comunidad. Gobernar quiere decir administrar pero, sobre todo, prever. El gobernante debe adelantarse a los problemas, disponiendo soluciones para ellos. Es innegable que, durante los años pasados, en la Comunidad Valenciana no se ha administrado ni, mucho menos, se ha previsto. Aquí, todo se fió a la bonanza económica del momento y a la extraordinaria coyuntura de la construcción. La consecuencia es que servicios básicos como la sanidad o la educación se han deteriorado y hoy no satisfacen las necesidades de los ciudadanos. Por su parte, la crisis industrial es la mejor prueba de que no se realizó ninguna previsión.

¿Podrá Francisco Camps remediar todo esto? La tarea es complicada, sobre todo porque la situación de su propio partido no le permite trabajar con comodidad. Sin embargo, alguna cosa sí podría hacer. Por ejemplo, renovar su discurso y no decirnos a los alicantinos que somos "un referente de crecimiento en todas las áreas, aspectos y vectores en los que se puede crecer". Esas son las palabras que utilizaba Eduardo Zaplana cuando nos pretendía halagar, y de Francisco Camps, la verdad, esperábamos que aportase un estilo más sincero y personal. Además, pronunciarlas mientras se multiplican los cierres de industrias en el calzado o en el textil y descienden las reservas del turismo le resta credibilidad.

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