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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El polvorín afgano

Irak no puede hacer olvidar a Afganistán, país que no

ha levantado cabeza dos años y medio después de la destrucción del régimen talibán. Es cierto que el país centroasiático es hoy más habitable, pero el proyecto político y económico diseñado en la conferencia internacional de Bonn, en diciembre de 2001, dista de parecerse a la realidad. La celebración de unas precipitadas elecciones parlamentarias en septiembre próximo puede contribuir más a empeorar la situación que a dar al vacilante país el pretendido marchamo democrático.

Afganistán es cualquier cosa menos un lugar seguro. El Gobierno del presidente Karzai apenas cuenta fuera de Kabul, donde se despliegan las fuerzas internacionales bajo mando de la OTAN. Si en el norte la situación es relativamente tranquila, en el occidente y en el sur reina la violencia de señores de la guerra y grupos armados, y en el este, las tropas estadounidenses todavía combaten a la resistencia talibán y de Al Qaeda. Las milicias de los jerifaltes regionales son todopoderosas en los lugares donde se da la mayor producción de opio, un comercio que no ha dejado de crecer. Afganistán corre el riesgo de convertirse en un Estado inviable, cuyo Gobierno es incapaz de garantizar la seguridad y satisfacer las necesidades básicas de la gente. Y puede incluso hipotecar su legitimidad política en unos comicios apresurados, dictados básicamente por la necesidad de Bush de exhibir antes de noviembre un éxito internacional ante sus ciudadanos.

Unas elecciones representativas exigen un censo aceptable y seguridad suficiente para que partidos y candidatos independientes puedan hacer campaña al margen de las bandas armadas y de los jerifaltes locales. Esas circunstancias no se dan en Afganistán. Se supone que la OTAN, requerida ahora por Bush para Irak, debería ser clave para asegurar esas condiciones. La Alianza Atlántica, según su secretario general, considera prioritaria su expansión en Afganistán y la estabilización del desmembrado país. Pero los indicios sugieren que entre sus miembros falta convicción política para desplegar un contingente lo suficientemente nutrido y pertrechado. La cumbre de Estambul, a finales de mes, va a resultar en este aspecto decisiva.

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