Sobre Venezuela
La condición de ex presidente suele otorgar la imagen de experto en temas internacionales; sin embargo, algunos ex mandatarios son desconocedores de determinados asuntos sobre los cuales opinan. El artículo publicado en EL PAÍS este 18 de mayo, y firmado por el ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti, de título ¿Quién le teme a Hugo Chávez?, es una prueba de ello; coincidencialmente, en él se repiten los mismos lugares comunes que la oposición venezolana propugna como inobjetables. Esta circunstancia amerita que a los lectores y al responsable del texto se les recuerden algunos detalles obviados.
Los lectores deben saber que en el artículo se obvia mencionar, al momento de hacer acusaciones sin fundamento en contra del Gobierno venezolano, estas verdades incontestables y fácilmente verificables: que el proceso de recabación de firmas para el referéndum revocatorio del presidente de la República, por un lado, y de 30 diputados de la oposición por el otro, contó con la presencia de miembros del CNE y de las partes interesadas, teniendo como observadores a representantes del Centro Carter y de la OEA (sin que ese supuesto "funcionario del régimen a la vista" haya existido); que el ministro de la Defensa es el único militar del Gabinete ejecutivo (en contraposición a la acusación de militarización progresiva de la Administración); que los militares y civiles responsables del golpe de Estado de abril de 2002 están libres, luego de una decisión del Tribunal Supremo de Justicia que fuera acatada por todos los poderes del Estado (no cuadran los señalamientos de pérdida de la independencia del Poder Judicial); no ha habido ni hay un solo medio de comunicación cerrado, ni ningún periodista encarcelado o exiliado, si se exceptúa el cierre de los medios de comunicación estatales y comunitarios por parte de los golpistas, todos ellos miembros de la oposición, los días 11, 12 y 13 de abril de 2002, además de otras acciones efectuadas en meses posteriores (el acoso permanente a la prensa en todo caso existió, pero en sentido inverso, y no como afirma Sanguinetti); que 114 paramilitares colombianos fueron detenidos el 10 y 11 de mayo en los alrededores de la Gran Caracas, luego de ser introducidos a territorio venezolano por miembros de la oposición (a eso debe referirse el autor con la "presencia de grupos parapoliciales", de cuya creación responsabiliza al Gobierno).
Pero el punto más interesante del artículo llega casi al final, cuando Sanguinetti compara el caso de Venezuela con la situación vivida en Nicaragua durante la década de los ochenta, incluido su desenlace electoral, porque este lapsus remite al paralelismo en la agenda de intervención que, de manera solapada en años recientes, y ahora de una forma cada vez más abierta, se lleva a cabo en contra de la soberanía de Venezuela. Se pretendería así hostigar interna y externamente a un proceso de profundas transformaciones socioeconómicas y políticas, que favorece a la mayoría de los venezolanos, excluidos desde siempre en nuestra historia, a través tanto de operaciones armadas tipo Contra (papel que desempeñarían los paramilitares colombianos) como de sabotajes internos. En cuanto a que ha sido Venezuela quien ha buscado enrarecer su relación con EE UU, haciendo a este país su enemigo número uno, sólo puedo decir que se trata de una aseveración inverosímil, pues en los últimos cinco años es constatable que la diplomacia venezolana ha buscado fortalecer las relaciones bilaterales basándose en principios como el respeto mutuo y la defensa legítima de nuestros intereses como nación soberana e independiente, ejercicio que en todo caso podría calificar como inédito en nuestra historia republicana. Como apunte respecto a este tema, cada día se conocen más detalles de la complicidad de la actual Administración estadounidense en el golpe de Estado perpetrado en contra del Gobierno legítimo de Venezuela el 11 de abril de 2002. Finalmente, y acerca de la responsabilidad de los gobiernos de izquierda a la hora de abordar el tema venezolano, cuestión que Sanguinetti menciona, creo que éstos son muy conscientes de ella, al ser respetuosos de la legalidad internacional y de la soberanía de las naciones, como quedó demostrado con la decisión de traer las tropas en Irak de vuelta a casa, en el caso del Gobierno español. Apelar subrepticiamente a ellos para que intervengan en un asunto interno del que ya la institucionalidad venezolana se encarga, es una forma de propiciar prácticas intervencionistas que la actualidad internacional señala como ilegítimas y desafortunadas.
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