"Odio pensar que la identidad europea sea un simple pasaporte"
"Puedes encontrar todo lo que necesitas como novelista a la vuelta de la esquina". Éste parece ser el lema del británico Graham Swift (Londres, 1949). Con voz suave y gesto tranquilo, se define como un escritor emocional, "aunque esto no es muy británico", y se toca el estómago mientras lo dice. Quiere que sus lectores "vivan una experiencia" con sus libros: "Me gusta pensar que soy un escritor del que te puedes fiar. La escritura va más allá de la palabra, debe funcionar a un nivel emocional. Escribir es compartir; puedo tener talento como escritor, pero se trata de decir al lector que todos estamos en el mismo barco".
Ganador del Premio Booker con Últimos tragos, acaba de publicar La luz del día, donde una vez más la geografía de su universo londinense vuelve a ser el centro de la acción. Ambas novelas se han publicado en Anagrama. El Círculo de Lectores y la Feria del Libro de Madrid le han invitado a participar en un coloquio junto a la escritora Elvira Lindo. Mañana, en el Pabellón Carmen Martín Gaite, a las 12.30, hablará sobre la construcción de Europa y los libros.
Pregunta. Casi siempre escoge escenarios londinenses.
Respuesta. No sé si los elijo o me eligen a mí. Soy londinense, allí nací y allí sigo viviendo. Es mi mundo inmediato y es bastante rico. Soy un gran creyente en lo local, como raíz de lo universal.
P. ¿Se siente más conectado a Europa o a EE UU?
R. Me siento más europeo que transtalántico, aunque no hablo ninguna lengua extranjera. Existe un vínculo fuerte con Estados Unidos, lo que es una desventaja para los escritores británicos porque muchos críticos y escritores dicen que no somos tan buenos como los americanos. No me gusta que América, como a menudo sucede, sea vista como más importante, y esto ocurre a muchos niveles, no sólo en el literario.
P. Sus personajes tienen un marcado tono británico.
R. Espero que sean reconocibles en cualquier lugar por su condición humana. Hay un cambio en los personajes de mis dos últimas novelas. De los profesores de mis primeras obras he pasado a ocuparme de esa gente elocuente y expresiva que no tiene vocabulario intelectual. Las novelas están escritas con un lenguaje más sencillo. Como con los sitios, espero que un lenguaje normal pueda crear cosas extraordinarias, poderosas.
P. ¿Representan a la clase trabajadora?
R. No me gusta hablar de clases. Hay un tipo de novelas en las que los personajes se sientan a hablar de cosas como si no tuvieran nada que hacer, como si no necesitaran trabajar y el mundo del trabajo les fuera ajeno. Gran parte de la vida de todos, nos guste o no, es el trabajo que hacemos, y el trabajo forma nuestra personalidad, nos convierte en quienes somos.
P. ¿Cuál sería ese trabajo para la Europa actual?
R. En general, con dificultad y confusión, se puede decir que hay que trabajar hacia una mayor coherencia, una mayor movilidad dentro de la UE. No creo que haya ninguna fórmula mágica para Europa, ni política ni de ningún otro tipo. Europa tiene un sentido de sí misma que necesita conservar y tomarse en serio. Yo vengo de un país que tiene una relación rara con Europa.
P. ¿Cómo explica esta relación?
R. No puedes luchar contra la geografía. Si no formas parte del continente y eres una isla pequeña esto define tu historia. Tu actitud hacia Europa es distinta que si estuvieses en medio del continente. El sentido británico de marcar las diferencias con Europa es históricamente bastante reciente, tiene unos dos siglos, y por lo tanto a lo mejor es pasajero.
P. ¿La diferencia es una simple pose?
R. Puede tener algo que ver con esto, pero también con otros asuntos como el carácter o la lengua. El inglés se habla en todo el mundo y no necesitamos hablar otro idioma ni siquiera cuando viajamos, esto preserva el aislamiento y es malo. El aumento de movilidad por el continente y los viajes mejoran la relación.
P. ¿La guerra de Irak ha subrayado las diferencias?
R. Ha reforzado los vínculos de los que yo reniego, con EE UU. Parece que no tenemos la fuerza política para plantarnos y decirles que no vamos a ir por su camino. España ha llevado a cabo unos cambios extraordinarios respecto de Irak, ojalá hiciéramos lo mismo.
P. ¿Y la diferencia británica en el ámbito literario?
R. La movilidad para un escritor es la traducción. Los escritores en lengua inglesa parten con ventaja. A mí me han traducido incluso al estonio, como escritor empiezo a formar parte de Europa y esto me llena de ilusión. Hubo un tiempo en que pensé que no me publicarían ni siquiera en mi idioma y ahora sé que tengo lectores en todos estos países. Esto se suma a mi sentimiento europeo. Es una pena que no funcione en los dos sentidos y que pocos escritores sean traducidos al inglés. La lengua nos inmuniza.
P. ¿Comparte un sentimiento de identidad europea?
R. Si existiera una identidad que se pudiera aplicar a cualquier individuo de cualquier cultura europea, ¿no sería extraño y perverso? ¿Todos los europeos tienen que ser iguales? Europa es plural y colectiva, la noción es válida por la diversidad que contiene. Odio pensar que la identidad europea termine por ser equivalente a un simple pasaporte. El sentimiento europeo no debe ser etnocentrista, hay un peligro de que Europa se convierta en una isla. Vivimos en un mundo global, no sólo europeo.
P. ¿Europa comparte con sus personajes el trauma por su pasado?
R. Tiene sus dramas colectivos, ha sufrido mucho dolor y caos, es parte de su herencia. De ahí es de donde venimos. Pero no funciona la analogía entre Europa y las personas individuales. No pienso en Europa como un personaje individual.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.