Las siete comarcas tribales
"Prohibido el paso a los extranjeros", reza un cartel a las afueras de Peshawar, justo en la linde con la región de Khyber. Para los occidentales, es la más conocida de las siete FATA, siglas en inglés de Agencias Tribales Administradas Federalmente. Allí se encuentra el mítico paso de Khyber, por el que pasó Alejandro Magno camino a India en el año 326 antes de Cristo.
Alrededor de Khyber, el misterio. Hombres orgullosos, códigos de honor, tráfico de armas, tierras sin ley... Su insumisión al dominio británico, primero, y su virtual autonomía de Pakistán, después, han convertido las zonas tribales en materia de leyenda. Cada una de las siete agencias tiene su propia milicia de guardafronteras y una suerte de extraterritorialidad por la que el Estado paquistaní delega la administración de la ley en las asambleas tribales jirgas.
"La situación está tranquila en Bajaur, Mohmand, Khyber, Kurram y Orakzai", asegura el general Shaukat Sultán, portavoz del Ejército. "Los problemas se limitan a Waziristán del Norte y Waziristán del Sur, y están relacionados con lo que sucede al otro lado de la línea Durrand", añade, en referencia a la demarcación trazada por los británicos a finales del siglo XIX. Al otro lado están las provincias afganas de Jost y Paktia, donde los soldados norteamericanos siguen enfrentándose a los talibanes y remanentes de Al Qaeda, y cuyas poblaciones pertenecen a las mismas tribus patanes que los paquistaníes del Waziristán.
Islam rigorista
"Es cierto que son las regiones más pobres, analfabetas y religiosas de Pakistán, pero no debe simplificarse, no estamos en la Edad Media, como pretenden algunos medios informativos", declara un waziri con educación universitaria. "El conservadurismo de la zona es muy distinto del islam rigorista importado desde la guerra contra los soviéticos", defiende. "Mis paisanos no son tontos y, en cuanto tienen la oportunidad de mudarse a la ciudad, lo hacen porque quieren tener educación y centros de salud para sus familias", añade este joven, que recuerda que hoy en día Waziristán del Sur, con medio millón de habitantes, sólo dispone de una escuela para niñas. "En Islamabad, en el ministerio, le mostrarán datos que aseguran que hay más, pero sólo están sobre el papel, nunca se han construido", asegura.
Incluso quienes defienden la actuación del Gobierno admiten la necesidad de mejorar las condiciones de vida. El problema es que se ha creado un sistema de relación con el Estado basado en la corrupción. "Los jefes tribales no permiten ningún desarrollo. Piden fondos, pero luego se los quedan para sí mismos y nadie controla su destino", admite Raza Rabbani, del Partido del Pueblo de Pakistán.
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