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Reportaje:

El paraíso de la copia se extiende

Las imitaciones chinas afectan ya a cualquier marca conocida. El pirateo causa pérdidas de 13.500 millones de euros al año

A la entrada de la Tienda de la Amistad, tradicional santuario de recuerdos turísticos de Pekín, un cartel advierte al visitante: "Si descubre alguna actividad ilegal de fabricación y venta de artículos falsos, por favor, llame a la oficina de denuncias telefónicas del Departamento de Calidad y Supervisión Técnica. Número 12.365".

El cartel dicta la ley. Pero a un par de metros, en la calle, la realidad es otra. Media docena de vendedores de DVD piratas revolotean sin rubor delante del establecimiento en busca de clientes a quienes ofrecer, por menos de un euro, los últimos éxitos cinematográficos en Occidente, como Cold Mountain o Kill Bill.

La copia de CD y DVD es el máximo exponente de una práctica que se ha convertido en la principal queja de las empresas y Gobiernos extranjeros ante las autoridades chinas: el pirateo de todo tipo de productos, que van desde el cine y la música a los licores, pasando por los programas informáticos o el diseño de automóviles. Según la Comisión Europea, el 90% de los discos que se venden en China y entre el 20% y el 25% de los fármacos son falsos.

Los líderes provinciales temen que crezca el paro si se endurecen los controles de los negocios

En ciudades como Pekín se encuentran imitaciones casi de cualquier marca de renombre; un problema que, según las asociaciones de comercio, causa a las multinacionales unas pérdidas de unos 13.500 millones de euros al año.

Una mujer menuda, que dice llamarse Wang -uno de los apellidos más corrientes en China- y ser de la provincia costera de Hebei, explica cómo funciona el lucrativo negocio: "Cuando llega una remesa con películas nuevas, el suministrador viene a verme. Quedamos en un sitio neutral y le compro unos 50 discos, máximo 100. Me cuestan cinco yuanes (50 céntimos) la unidad, y los vendo a entre siete y 10. Los DVD vienen de

[la provincia sureña de] Guangdong y él es un intermediario". Asegura esta mujer, ajada por el sol, que coloca entre 10 y 20 discos al día, que "el negocio está cada vez más difícil", porque hay más vigilancia por parte del Gobierno.

El tráfico de discos piratas no sólo se da en calles como Jianguomen, principal arteria de Pekín, sino en bares, restaurantes y, sorprendentemente, en las propias tiendas de música y vídeos, donde conviven con copias legales, en una promiscuidad que hace difícil, en ocasiones, diferenciar lo verdadero de lo falso.

Las tiendas de informática ofrecen, por ejemplo, discos duros de ordenador de fabricantes desconocidos, con el logotipo de empresas como IBM. Y en los grandes supermercados es posible adquirir lápices, supuestamente Staedtler, o zapatos Camel con su tarjeta de copyright incluida.

Una idea de hasta qué punto está extendido el fenómeno la da la propia Wang. Esta mujer vivaracha, de "más de 40 años", no sólo vende productos fraudulentos; también los consume. Wang viste un anorak de la marca de prendas de montaña The North Face, una de las más reproducidas y adquiridas tanto por los chinos como por los turistas, que hacen acopio en sus visitas a los numerosos mercados de Pekín.

En uno de ellos, el Mercado de la Seda, flotan por los pasillos miles de artículos falsos. Camisas Versace, bolsos Prada, botas Timberland, complementos Christian Dior. Es el reino de la infracción de los derechos de propiedad intelectual. "Si no hubiera copias, este mercado desaparecería", dice Zhang, que regenta un puesto de ropa y mochilas. Una chica saca del fondo del puesto tres maletines de aluminio con relojes Rolex, Patek Philippe o Bvlgari. Y muestra un extenso catálogo en papel de lujo con todos los modelos y marcas disponibles.

El camino para resolver el problema, en un país en proceso de transición a la economía de mercado, será largo, según los expertos. "La legislación china en este campo es correcta, conforme a los compromisos con la OMC; el problema es la aplicación. Se resolverá con el tiempo", dice Sergio Balibrea, jefe de la sección comercial de la delegación de la Comisión Europea en China.

"La gente compra copias porque la relación marca-precio-calidad es buena", dice Liu, una joven con camiseta Gucci. "Nadie que adquiere un artículo de éstos está dispuesto a pagar lo que cuesta uno real", justifica Dennis Carter, un turista canadiense, que tras un largo regateo ha pagado 300 yuanes (30 euros) por un tres cuartos The North Face, cuyo modelo similar original cuesta 10 veces más.

"Aquí no existe el mismo concepto moral que en Occidente sobre la copia. Y aunque Pekín, que actúa con cierta ambigüedad, dicte unas normas, los líderes provinciales tienen otros intereses, ya que el cierre de estos negocios significa paro", explica una fuente occidental que solicita el anonimato. "En el fondo", asegura un intelectual chino, "el pirateo es una forma de democratizar unas marcas a las que, si no, la gente no tendría acceso".

Una vendedora china en un puesto de ropa falsificada en un mercadillo de Pekín.
Una vendedora china en un puesto de ropa falsificada en un mercadillo de Pekín.J. R.

El juego de las apariencias

Aunque los artículos fraudulentos impregnan la vida china hasta tal punto que, según una residente extranjera, es casi imposible escapar a ellos, las autoridades están incrementando la presión sobre los vendedores para que pongan fin a esa actividad.

Los inspectores municipales han redoblado las rondas -a veces, vestidos de paisano- en los mercados, y como consecuencia hay quien ha comenzado a comercializar las prendas sin la marca. "Pero la gente no las compra", dice Zhang. Resultado: en la trastienda guardan el mismo género con el deseado logotipo. Y todo el mundo parece jugar al juego de las apariencias.

Otros emplean otra táctica. "Si vienen los inspectores, escondo todos los artículos salvo cuatro o cinco. Y les digo: 'Sólo me quedan éstos; en cuanto los venda, dejaré el negocio". Un negocio en el que el argumento de la calidad también es importante. "¿Que estos Levi's son falsos? Si usted dice que son falsos, son falsos. Pero la calidad es muy buena", afirma una dependienta. Y añade otra: "Este bolso no sólo tiene la hebilla de Dior, sino que su diseño es igual. Porque si no lo fuera, todo el mundo se daría cuenta, y entonces no sería real, sino una copia".

La práctica ha levantado tantas protestas entre los fabricantes extranjeros -máxime después de la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC)- que el Gobierno ha prometido endurecer este año los controles. Pekín asegura que cada año confisca millones de artículos de imitación en todo el país, y que, desde 1996, ha cerrado 182 líneas de fabricación de discos ilegales; unas líneas que, sin embargo, recuerda que han sido vendidas por empresas extranjeras.

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