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El Reino Unido polemiza en torno a las tibias cenizas del 'britart'

La destrucción de cientos de obras reabre el debate sobre 50 años de arte contemporáneo

La quema de cientos de obras de arte contemporáneo británico ha desatado en el Reino Unido un irreconciliable debate sobre el sentido del arte, sobre la valía de 50 años de britart, sobre el sentido o sinsentido de rehacer las obras perdidas, objetos tan fútiles para el gran público como una tienda de campaña decorada con los nombres de los 100 amantes de la artista. Y también sobre el papel social de un arte convertido en materia almacenada, oculta al público, como una mercancía que espera quizás su mejor momento para salir al mercado.

El público no sabe, y quizás no lo sepa nunca, qué ardió en la madrugada del lunes al martes en uno de los almacenes de la compañía Momart en el este de Londres. El arte es, quizá lo fue siempre, una inversión, y los inversores no siempre quieren que se conozca su patrimonio, aunque se estima que el incendio les costará a las aseguradoras unos 75 millones de euros. Se sabe que Charles Saatchi ha perdido muchas obras, quizás más de 100; Patrick Herons, unas 50; Gillian Ayres, 22; Damián Iris, 16; Barry Flanagans, 9. Se dan por perdidas obras muy conocidas, como Infierno, de los hermanos Chapman; Todos aquellos con los que me he acostado 1963-1995, de Tracey Emin; Afrobluff, de Chris Ofili; Floater, de Gavin Turk, o Down below, de Sarah Lucas. Las pérdidas económicas de Saatchi quizá las cubran las compañías de seguros, pero los portavoces de este magnate de la publicidad que asesoraba a Margaret Thatcher para que los tories siguieran en el poder mientras él acumulaba obra nueva y manipulaba el valor de los jóvenes valores, aseguran que está "total y absolutamente destrozado".

La visión de cientos de obras reducidas a cenizas ha despertado la ironía fácil de quienes siempre han pensado que el arte conceptual británico es una farsa. Algunos han pedido ya que las cenizas del almacén de Momart sean presentadas al rito anual del premio Turner, esa cita del arte contemporáneo británico que basa su éxito en provocar a quienes lo odian. El Guardian ve en ciertas hostilidades de estos días no sólo a quienes desprecian a Saatchi y celebran su desgracia, sino también el reflejo de "la continua hostilidad hacia el arte moderno conceptual en algunos segmentos de la opinión pública".

Sebastián Horley, en cambio, celebra la quema de un arte "que se había convertido en capitalismo". "Como dandy, siempre he tratado mi vida como un objeto de arte, pero como auténtico dadaísta, también he tratado el arte como algo sin valor", escribe. "Los artistas británicos nunca han sido radicales. Son simples capitalistas. Las galerías son para mí cementerios de arte, el lugar al que va el arte cuando está muerto", denuncia. Jeannette Winterston hace el elogio de ese arte en las páginas del Times al recordar que "ha forzado el debate sobre lo que es arte y lo que no" y se enfrenta a "tantos idiotas amantes del arte paisajista que habrían dado dinero por portar la antorcha" que encendió el fuego del incendio.Tracey Emin recrimina a quienes creen que basta con ir a unos almacenes y comprar otra tienda de campaña para reproducir su obra perdida en las llamas. Esa tienda era "un momento seminal de mi vida".

Aspecto del almacén Momart después del incendio que destruyó cientos de obras de arte.
Aspecto del almacén Momart después del incendio que destruyó cientos de obras de arte.ASSOCIATED PRESS
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