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Columna
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La cuadratura del círculo iraquí

La palabra más pronunciada recientemente por los responsables norteamericanos en relación a Irak es soberanía; devolución de una soberanía, cuyos contornos deberán perfilarse a partir de un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad que habrá que toquetear y, sobre todo, interpretar, por la legión de notas al pie con que ese futuro poder va a estar tapiado, más que cualificado.

Las declaraciones de las autoridades de ocupación son inequívocas: el presidente Bush; su compañero de armas Tony Blair, y, tácitamente, Lajdar Brahimi, enviado de la ONU para designar el nuevo Gobierno de transición iraquí, al que se traspasará el 30 de junio lo que reste de poder, aseguran que se va a producir una transferencia completa de soberanía. ¿Y eso cuánto es?

La primera limitación es la de que, aunque sea un Ejecutivo de transición a la espera de elecciones a un poder constituyente, será designado. Su legitimidad, por tanto, seguirá siendo transicional -¿o transaccional?-, y la lista de lo que no podrá hacer, más larga de lo que podrá. A saber.

No podrá ejercer el mando sobre la fuerza de ocupación, que pasará a llamarse multinacional, puesto que ésta seguirá operando a las órdenes soberanas de Washington.

No podrá juzgar a los militares responsables de las torturas que conocemos de la prisión de Abu Ghraib, ni de todas las que faltan por conocer, o por cometer.

No podrá dictar el calendario de la retirada de la fuerza, para lo que, en todo caso, bastará con elegir a aquellos que no pongan en duda la necesidad de la ocupación.

No podrá disponer plenamente de los recursos allegados por el petróleo, porque una inspección internacional tendrá droit de regard sobre las cuentas del nuevo poder.

No podrá, si hemos de creer -y hemos- a lo recientemente publicado por The Wall Street Journal, actuar con libertad absoluta, ni siquiera sobre los dossiers que le correspondan, porque en cada uno de los 26 ministerios que el 30 de junio tendrá el Ejecutivo habrá un asesor de la autoridad norteamericana para hacer la transición de la transición.

Entre las cosas que sí podrá hacer figura, en cambio, la firma de algún acuerdo para la transformación de la presencia militar norteamericana en permanente, con la concesión de bases, aunque el esfuerzo puede ser inútil, porque las autoridades elegidas que rijan el país, supuestamente desde comienzos de 2005, es difícil que vayan a aceptar semejante estado de cosas. Las barbaridades de la prisión de Abu Ghraib y, en general, la incompetencia mostrada por el mando norteamericano han puesto a la gran mayoría del pueblo iraquí en contra de la hiperpotencia.

El nuevo poder en Bagdad se parecerá, por tanto, en el peor de los casos, a la autonomía palestina -servicios- cuando ésta existía; y en el mejor, al Gobierno de Vietnam del Sur, que, hace ya 40 años, decidía cualquier cosa menos cómo hacer la guerra a los comunistas del Vietcong.

¿A qué se debe ese lábil uso de la palabra? Es de suponer que el sucinto cambio de estructuras de poder y el generoso brinco lingüístico no van a impresionar a la insurgencia, y, por ello, habrá que concluir que la nueva decoración está pensada como medicina de uso interno. Aunque sea sólo en el universo de lo legal, a Bush le urge librarse del término ocupación, así como poder decir al votante, en la cuenta atrás de las presidenciales de noviembre, que las tropas se hallan en Irak sólo a invitación de sus gobernantes, y que la retirada comenzará en cuanto el país muestre signos de estabilización. Y todo ello coronado por lo que no es más que una invocación al todopoderoso: que el nuevo arreglo, con la ONU "en un papel dirigente" -pero no el papel-, ponga fin al grueso de la resistencia.

Pero ni cosmética de poder ni taparrabos legal determinarán la victoria o la derrota política de Washington, sino la situación sobre el terreno. La continuación o el recrudecimiento de los combates, junto a la mala predisposición norteamericana a encajar bajas, impedirían la celebración en condiciones de verosimilitud de esas elecciones, y sin ellas todo se viene abajo. Ésos serán los únicos factores a tener en cuenta. Para ser imperio hay que tener estómago.

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