El diario 'The New York Times' admite errores en noticias sobre Irak tras ser engañado por sus fuentes
En un admirable ejercicio de autocrítica, el equipo de dirección de The New York Times publicó ayer una reflexión sobre los errores cometidos en la cobertura del conflicto de Irak. Puesto que el diario ha revisado críticamente "los fracasos del espionaje norteamericano y aliado sobre las armas de destrucción masiva y la posible conexión entre Irak y el terrorismo, y las acusaciones de que el Gobierno ha manipulado y exagerado (...) ya iba siendo hora de mirarnos a nosotros mismos bajo esos mismos focos", admite sin tapujos The New York Times.
El Times obtiene dos conclusiones de su propia reflexión: "Nos hemos encontrado con una enorme cantidad de trabajo periodístico del que estamos orgullosos", pero también "con aspectos de nuestra cobertura que no han sido tan rigurosos como deberían haber sido".
"En algunos casos, informaciones que entonces eran cuestionables y que lo siguen siendo" pasaron todos los controles sin ser cuestionadas. "En retrospectiva, deberíamos haber sido más agresivos a la hora de comprobar ciertas afirmaciones, a medida que surgían -o no surgían- nuevas pruebas". El Times señala cinco artículos -algunos, tan importantes que figuraban en la primera página del periódico- publicados entre el otoño de 2001 y la primavera de 2003 en los que se hablaba de datos sobre arsenales de armas de destrucción masiva en Irak que no habían sido contrastados ni verificados.
Deseosos de exclusivas
¿Culpables? El problema es más complicado que atribuirlo a los reporteros, dice el diario: "Responsables en diversos niveles" que deberían haber sido más críticos con los periodistas "estaban quizá demasiado deseosos de que se publicaran exclusivas", de forma que se recibían testimonios de disidentes sin tener en cuenta "su intenso deseo de echar a Sadam Husein". Los artículos que matizaban o corregían esas afirmaciones "en algunos casos quedaban sepultados y en otros ni siquiera había seguimiento".
El diario encuentra en común en las historias erróneas que "dependían, en buena parte, de informaciones procedentes de un círculo de iraquíes disidentes, espías o en el exilio partidarios del cambio de régimen, gente cuya credibilidad ha sido sometida a un intenso debate público en las últimas semanas".
The New York Times se refiere al Congreso Nacional Iraquí (CNI) de Ahmed Chalabi, la figura en la que la dirección del Pentágono y la Casa Blanca se apoyaron para justificar la guerra, frente a las reservas de la CIA y el Departamento de Estado. "Chalabi ha sido mencionado como fuente ocasional en el Times al menos desde 1991 y ha servido de intermediario entre periodistas y otros exiliados. Se convirtió en un favorito del ala más dura del Gobierno del presidente George W. Bush y en un intermediario de información pagado, hasta que sus ingresos fueron cortados la semana pasada".
El periódico dice que, para acabar de complicar las cosas, las informaciones de estos exiliados "eran confirmadas con entusiasmo" por fuentes oficiales que ahora reconocen el error de "haber sido desinformados, como muchos medios de comunicación, éste en particular".
"Lo que hizo ayer The New York Times es muy importante, porque nos recuerda las normas básicas del proceso periodístico a la hora de contar las cosas", según Karen Brown Dunlap, presidenta del Poynter Institute, una prestigiosa escuela de periodismo y comunicación. "Es una doble lección para toda la prensa, en EE UU y en todo el mundo: primero, de la importancia, de la necesidad, de hacer bien las cosas, y segundo, de la importancia de que las empresas periodísticas reconozcan cuándo no lo han hecho bien".
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