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"Ya sólo nos falta la verdad"

Los familiares visitan en Turquía el escenario de la catástrofe

Miguel González

"Ahora sólo nos falta la verdad", declaró ayer Carlos Ripollés en el lugar donde murió su hermano. Ripollés preside de la asociación que agrupa a la mayoría de las familias de los 62 militares fallecidos en el accidente del Yak-42. Como hace un año, la niebla y el barro cubrían por la mañana la cima del monte Pilav, en Maçka (Turquía).

Muchos de los 152 familiares tuvieron que recorrer a pie el último tramo de pista que conduce a la estación más dolorosa de su particular vía crucis, la ladera, a unos 1.200 metros de altitud, contra la que se estrelló el avión. Todavía ayer, Diego, de 16 años, hijo del comandante Novo, pudo recoger algunos objetos personales (la chapa de un reloj Casio, un jirón de uniforme) hasta que soldados turcos le cerraron el paso.

La peregrinación al lugar del accidente del avión fue una durísima terapia de choque

Un obelisco de metal, rodeado por un muro de piedra en el que están esculpidos los nombres de los 62 militares españoles, marca el lugar de la tragedia. Los familiares, ataviados con chubasqueros blancos -el color del luto en algunos países musulmanes- fueron pasando en fila para buscar el nombre de sus seres queridos y depositar una flor, pegar una fotografía, dejar una carta o una tarjeta, como la dedicada al cabo primero Feliciano Vega: "Desde hace un año eres la estrella más brillante del cielo". La firma su hijo Feli, de dos años.

La mayoría de los parientes desfilaron en silencio, con el corazón encogido y los ojos anegados de lágrimas, pero alguno no pudo contener la pena. La madre de otro cabo primero, Juan Carlos Bohabonay, clamaba: "¡Ay, Juan Carlos! ¡Dios mío¡ Pídeme la vida que yo te la doy otra vez".

Hace un año, cuando sólo habían pasado cuatro días del accidente, intentó sin éxito que la invitaran a la celebración del Día de las Fuerzas Armadas en Gran Canaria. El próximo domingo, las familias de las víctimas del Yak-42 tienen un lugar reservado para la misma conmemoración en Almería.

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La comitiva, de una decena de vehículos, incluyó dos ambulancias, por si la intensidad de la emoción quebraba a los más mayores, pero no fueron necesarias. Hubo momentos de tensión con las protestas de algunos familiares, cuya furgoneta quedó atascada en el barro y llegaron al acto cuando ya había concluido. La ceremonia -un responso, una ofrenda floral y una salva de fusilería- apenas duró 10 minutos.

Junto al monumento había una pancarta escrita en castellano y colocada por las autoridades turcas ("Comparto vuestro sufrimiento", rezaba). Decenas de campesinos de las aldeas cercanas, especialmente mujeres, se acercaron para expresar su condolencia a los españoles.

La peregrinación al lugar de la catástrofe fue una durísima terapia de choque. Los familiares volvieron a revivir el dolor que experimentaron hace un año en el funeral de Torrejón, del que el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, y el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, salieron en medio de una lluvia de insultos. Pero ayer a los familiares se les veía reconfortados, como si este ritual -aunque celebrado a miles de kilómetros y con 12 meses de retraso- les ayudara a reconciliarse con la muerte del marido, el padre o el hijo. "Hay algo de él aquí", explicaban los hermanos del capitán José María Muñoz. Una sensación que la mayoría no tiene cuando visita el cementerio, en el que no sabe exactamente a quién ha enterrado.

A primera hora de la mañana, 12 kilómetros montaña abajo se inauguró un primer monumento (un representación en bronce de un soldado turco llevando a un español), con discursos oficiales de los ministros de Defensa de los dos países, José Bono y Vecdi Gonul. El primero corrigió la tradicional oración fúnebre de los militares. "No es verdad que no quisieran morir de otra manera; lo que no querían era vivir de otro modo que no fuera sirviendo a España", afirmó.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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