Kirchner presenta una Argentina con más estabilidad, pero con la deuda sin pagar

Para Argentina, el viaje del presidente Néstor Kirchner a la cumbre de Guadalajara será uno de los más importantes desde su investidura, de la que ayer se cumplió un año. Como presidente en ejercicio del Mercosur, le corresponderá anunciar el acuerdo entre la Unión Europea y el bloque comercial suramericano más importante desde que Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay iniciaron en 1984 un proceso de integración. Kirchner se reunirá por primera vez con José Luis Rodríguez Zapatero desde su llegada a La Moncloa. El encuentro permitirá comprobar si la sintonía es mejor que con José María Aznar, tal y como vaticinan varios integrantes del Gobierno argentino. Kirchner y Zapatero acudirán con agenda libre, aunque se da por descontado que hablarán de la situación de las empresas españolas y de la renegociación de la deuda externa argentina en manos privadas, en suspensión de pagos desde diciembre de 2001.

En un año, el presidente argentino conserva un buen índice de popularidad, cercano al 70%, lo que es significativo para un gobernante que fue elegido con apenas el 22% de los votos debido a la retirada de la carrera electoral de su contrincante, Carlos Menem. Con Kirchner, Argentina ha recuperado estabilidad después de un periodo turbulento que acabó con el Gobierno de Fernando de la Rúa y dio paso a una sucesión de gobernantes de corto vuelo.

En el terreno político, Kirchner ha adoptado una serie de medidas que han tenido buena aceptación popular, como los cambios en la Corte Suprema, la autolimitación del poder presidencial a la hora de elegir a jueces y la política de derechos humanos, con la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que otorgaron impunidad a los militares de la dictadura. En este mismo capítulo hay que apuntar la depuración de la cúpula de las Fuerzas Armadas y de los cuerpos policiales más comprometidos con la corrupción.

Los resultados son más dudosos y reciben menos elogios en las esferas económica y social, donde las cifras de los argentinos que viven en la línea de pobreza siguen siendo alarmantes. La deuda externa argentina en manos privadas (82.000 millones de dólares) está en suspensión de pagos desde diciembre de 2001. Lógicamente, no es un problema generado por este Gobierno, pero en un año el presidente Kirchner no ha conseguido transmitir a los acreedores y al mundo un plan de negociación concreto y un calendario. Actualmente, los tenedores de bonos de deuda argentinos no saben si cobrarán 25 dólares por cada 100, según la propuesta que hizo el Gobierno en septiembre, o tal vez recibirán más si el cálculo se hace sobre el valor de mercado de los títulos y no sobre el valor nominal.

La falta de previsión en el terreno económico ha caracterizado la gestión del Gobierno de Kirchner en su primer año, que afronta el invierno con un severo problema energético, que ya le ha obligado a reducir las exportaciones de gas a Chile y a cortar el suministro a algunas industrias. El Gobierno acusa a las empresas del sector de no haber hecho las inversiones necesarias, y éstas replican que con las tarifas congeladas desde hace dos años no es posible invertir.