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Tribuna:DESLOCALIZACIÓN DE EMPRESAS
Tribuna
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El reto de la competitividad

La globalización requiere un esfuerzo de adaptación que, a juicio del autor, pasa por aumentar la competitividad de las empresas.

Si hay un concepto que ha irrumpido con fuerza en la actualidad económica y empresarial, y con amplia y constante repercusión en los medios de comunicación durante el presente año, ese ha sido, sin duda, el de la deslocalización industrial. Todos recordaremos el caso Samsung a principios de año, cuando la empresa tomó la decisión de cerrar su planta en Cataluña y trasladar su actividad a Eslovaquia; y quizá también el caso Levis Strauss, que adoptó también la decisión de cerrar todas sus plantas de fabricación en EE UU y subcontratar la producción a compañías chinas, indias y mexicanas. Del mismo modo, a principios de año un importante grupo industrial del País Vasco, anunciaba sus previsiones de inversión en nuevas plantas productivas para los próximos años, informando de que una parte de las nuevas localizaciones se situaría fuera de Euskadi.

¿Qué está pasando? ¿Porqué, ya sea en Corea, Estados Unidos o el País Vasco, los directivos de empresas industriales, cada vez más, toman decisiones de deslocalización, relocalización o incluso cierre de sus centros de producción? La respuesta no puede ser otra que la globalización. Un concepto que, si bien ha venido acompañando la actualidad económica y empresarial de los últimos años, cada vez más, está pasando a ser una realidad más concreta y palpable para la gran mayoría de las empresas; y también para el conjunto de los países, por cuanto la globalización no sólo supone un feroz incremento de la competencia comercial, sino también entre modelos sociales, legislaciones laborales y estándares de vida desiguales, lo que obliga a una profunda reflexión y adaptación en muchos ámbitos.

Circunscrita al ámbito empresarial, la globalización, más allá de una oportunidad de crecimiento del negocio por una ampliación de los mercados, ha traído consigo, sobre todo, un aumento despiadado de la rivalidad competitiva para las empresas. Especialmente para la industria, por cuanto es un sector muy sensible a la plena movilidad de sus productos a escala mundial. En definitiva, la globalización no es más, pero tampoco menos, que elevar la rivalidad competitiva a escala planetaria, lo que obliga a todas las empresas, sobre todo las industriales y sean del sector que sean, a buscar de manera urgente e ineludible una nueva posición competitiva; pero ahora a escala global, a escala mundial.

Es esa nueva rivalidad competitiva a escala mundial la que continuamente sube de grados a medida que se incorporan nuevos jugadores, que además enfrentan a los nuestros escenarios sociales, costes y regulaciones laborales mucho más flexibles. Nuevos jugadores que, en 2005, son para los europeos los países del Este y, muy especialmente China, como consecuencia de su progresivo avance en capacidad de fabricación y su integración en el comercio mundial. Europa, tras la reciente ampliación, ha pasado a estar formada por la industria de veinticinco países, cuando hace sólo unos días tenía quince, obligando con ello a una transformación que va a exigir a todos -países, regiones y empresas- una reformulación de la posición competitiva de su industria y una relocalización estratégica de sus actividades productivas, dado que el panorama de ventajas y desventajas competitivas ha quedado profundamente alterado, por este hecho.

Recientemente, desde Confebask, junto con el Departamento de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno vasco, presentábamos las conclusiones de un estudio abordado de manera conjunta, para determinar el impacto de la ampliación de la UE en la actividad económica y empresarial vasca. Pues bien, de todas ellas, a mi juicio, hay una que sobresale sobre las demás y es que la ampliación de supone un auténtico test para la competitividad de nuestra industria. Un test que va a afectar a la mitad de nuestras empresas industriales y es consecuencia de las claras ventajas competitivas de los nuevos países; en costes de fabricación, consecuencia de sus bajos costes de personal, y en costes logísticos, consecuencia de su privilegiada posición geográfica, respecto a los principales mercados de la industria vasca en Europa, como son Alemania y Francia.

Este aumento de la rivalidad y la reformulación de la posición competitiva son, por tanto, los retos que la industria vasca va a tener que dar respuesta en los próximos años, abordando una transformación competitiva profunda. Pasa ésta por ser capaces de no sólo fabricar sino de crear en Euskadi productos con valor añadido, que podamos vender a los clientes más sofisticados dentro de cada mercado, y con una visión de la localización de actividades con carácter global, esto es, mundial, para dar una respuesta competitiva a una realidad ineludible como la globalización. Para ello será necesario no sólo apostar sino creer firmemente en la innovación, la internacionalización y la dimensión, porque en el presente, y sobre todo en el futuro, sólo una empresa con ventajas competitivas a escala global tendrá garantizada la supervivencia.

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Sin embargo, este esfuerzo empresarial para dar un salto en nuestra ventaja competitiva exige también el esfuerzo colectivo tanto de los poderes públicos como de las organizaciones sindicales. El reto al que la industria vasca debe hacer frente es de tal envergadura que sólo podrá superarse con unas organizaciones sindicales que apuesten por la competitividad y el desarrollo de las empresas de este país. Cambiar exige capacidad de adaptación y eso exige flexibilidad. Mantener en estos momentos reivindicaciones laborales como las hasta ahora mantenidas en Euskadi, y desde una estrategia de clara confrontación en vez de una posición de colaboración, está poniendo en riesgo la necesaria transformación competitiva industrial.

Hoy el momento industrial pasa por la colaboración y el esfuerzo no por la reivindicación y la confrontación. Asimismo exige de los poderes públicos la promoción de un entorno industrial también competitivo, capaz de apoyar el cambio que debe abordar la industria vasca y dotarlo del suficiente atractivo para mantener y localizar una actividad industrial relevante, que aporte a las personas nuevas oportunidades de desarrollo profesional y personal; y a las empresas, el poder mantener en Euskadi una parte importante y relevante de sus actividades, sin dejar de ser conscientes de que estamos compitiendo en un mundo global. En definitiva, nos jugamos muchas cosas, todas ellas importantes, con grandes consecuencias y nos vemos obligados a realizar un esfuerzo de adaptación y ajuste competitivo que a todos compromete y a todos obliga.

Eduardo Aréchaga Cilleruelo es director del Departamento Económico de Confebask.

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