Pistolas de juguete
Hubo un tiempo en el que colocar una pistola en la mano de un actor español era como accionar un serrucho en el gaznate de la película. Muerte por ausencia de credibilidad. Si exceptuamos algunos filmes del policiaco barcelonés (años cincuenta y sesenta), el panorama no cambió hasta que Enrique Urbizu e Imanol Uribe, entre otros, convirtieron a sus personajes en lo que realmente representaban. Los intérpretes ya no hacían de policías, putas o chorizos. Simplemente lo eran. Con Tánger, debut en la dirección de Juan Madrid, basado en su novela, se ha vuelto a los tiempos en los que daba grima oír a un policía hablando en tono de policía con frases de policía.
Con una nula dirección de actores (los más o menos veteranos, como José Manuel Cervino, Ana Fernández o Fele Martínez, están perdidos, y los novatos, como Ramoncín o Inma del Moral, aún peor), Tánger es un error de principio a fin. La realización es nefasta, y la trama, en la que se mezclan los nostálgicos del franquismo con la prostitución, la corrupción policial con el submundo neonazi, está contada a base de sonrojantes diálogos presuntamente inspirados por el cine negro (se lleva la palma la escena en la que Pablo Puyol y Marian Aguilera echan un polvo apoyados en la mesa de la cocina). Un hecho resume el dislate: contratar a Jorge Perugorría para hacer el papel de El Morito, para luego doblarlo con la voz de otro, pero sin acento magrebí.
TÁNGER
Dirección: Juan Madrid. Intérpretes: Jorge Perugorría, Ana Fernández, José Manuel Cervino. Género: cine negro. España, 2003. Duración: 100 minutos.
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