Ramírez Heredia recrea en 'La Mara' un mundo de pandillas y esoterismo

Lejos del espíritu amable de los relatos de Del trópico (2001), Rafael Ramírez Heredia propone en La Mara una excursión al delito, desde el corazón de una de las pandillas más temidas de Centroamérica: la mara Salvatrucha, organizada en Los Ángeles, en los ochenta, por migrantes centroamericanos indocumentados, que ha extendido su dominio en Centroamérica.

Los mareros se distinguen por los tatuajes que les bordan el cuerpo. "Cada lágrima negra de sus rostros es un muerto", explicó ayer Ramírez Heredia en Madrid, al presentar su novela ante la prensa. Para subrayar la negrura de ese submundo, el escritor aclaró: "Si se trata de un familiar, el muerto vale más".

Con "más de 40 libros escritos", alma de explorador y bigote cinematográfico, Ramírez Heredia describe esta novela como la obra de "más alcance, más aliento y más envergadura" de todas las que ha escrito.

El viaje que propone La Mara hermana a proxenetas y agentes migratorios corruptos; un cura de pueblo que cruza la frontera y es "macho-macho con su dama al lado", chicos de veintipocos que dan cualquier cosa por convertirse "en un bróder" de la mara y llegar a EE UU y a Ximenus, un mago ambiguo, "que define muy bien la fauna de brujos y hechiceros que hay en la región".

"Delito, tatuaje, muerte, selva... ese mundo fascinante y terrorífico es el que yo quería contar en mi novela", sintetizó el autor. "Todo escritor es un buscador de oro. Mi temor en este caso era que el tema, un verdadero filón, fuera demasiado fuerte y me tragara". Para sortear ese "peligro", Ramírez Heredia trabajó "el lenguaje, casi un personaje más", y la psicología de sus complejas criaturas. "La mente humana es capaz de armar un gran teatro en un solo segundo. El escritor debe tratar de llevar esa riqueza a la ficción", afirma.

Sobre la fecundidad de la frontera para la imaginación, dice : "Toda frontera es mágica. División de dos mundos, de dos culturas y dos maneras de ver la vida. La frontera del sur tiene una peculiaridad: divide pobreza de pobreza. Cruzar el río Suchiate implica llegar al norte, pero al norte de qué, ¿al norte del sur? EE UU aún está lejos."

Aunque no ha perdido el humor ("yo fumo, bebo y bailo apretado"), el autor de Con M de Marilyn no esconde el miedo que sintió entre mareros, durante los dos años de documentación para escribir la novela: "Todos los días ponía mis veladoras, rezaba y salía pensando que podía no volver".