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Columna
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América Latina: romper con la historia

Joaquín Estefanía

Casi al tiempo que el informe de Naciones Unidas para el desarrollo sobre la democracia en América Latina ha aparecido otro del Banco Mundial, titulado Desigualdad en América Latina y el Caribe: ¿ruptura con la historia?, que en algunos aspectos es complementario con el primero. Bill Maloney y Guillermo Perry, economista líder y economista jefe del Banco Mundial (BM) para la zona, han explicado a un grupo de informadores en Cartagena de Indias (Colombia) el contenido de ese informe, en el seno de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, que preside Gabriel García Márquez.

Lo primero a destacar es la desconfianza de los presentes sobre las verdaderas intenciones del BM con este texto. ¿Por qué se preocupa ahora el BM de la desigualdad, cuando durante dos décadas sólo ha hablado de la deuda externa y de las reformas neoliberales que se denominaron Consenso de Washington? La respuesta está en que el movimiento altermundialización -no los organismos multilaterales- han conseguido introducir en la agenda política de los que mandan aspectos como la desigualdad y la pobreza, que hasta ahora habían sido marginados de los análisis de los técnicos de esas instituciones. La desigualdad caracteriza todos los aspectos de la vida de la zona, no sólo los económicos; además, persisten significativas diferencias raciales y étnicas (uno de los periodistas presentes en el seminario preguntó en alto por qué todos los participantes eran de raza blanca y todos los camareros que atendían la intendencia de raza negra).

El BM testimonia el fracaso de los dos modelos anteriores: el estatista, consistente en la sustitución de importaciones; y el neoliberal, basado en los equilibrios macroeconómicos. Ninguno de ellos ha sido suficiente para aumentar el bienestar de los ciudadanos y cambiar la distribución de la renta: el 10% más rico de la población recibe entre el 40% y el 47% del ingreso total, mientras que el 20% más pobre sólo recibe entre el 2% y el 4%. El país de la región con menos iniquidad en los ingresos es más desigual que cualquier país rico o de Europa Oriental.

El banco propone tres tipos de medidas para "romper con la historia" de América Latina. En primer lugar, el acceso de todos a los activos productivos, empezando por la edución de buena calidad; como deben transcurrir varias décadas para que una educación más igualitaria transforme la desigualdad, a corto plazo tiene que aumentar el acceso a la tierra, a los derechos de propiedad y a las infraestructuras. Segundo, mejorar el funcionamiento de las finanzas, el mercado laboral y los bienes y servicios para que todos los ciudadanos puedan participar en ellos.

Pero es en la transformación del Estado en lo que el BM incide más. Ya no es época de Estados clientelistas o débiles, sino de Estados eficaces y redistributivos. Para ello deben aumentar los impuestos, ya que la tasa de ingresos públicos en relación con el PIB es mucho más pequeña que en otras partes del mundo. Pero esos impuestos (fundamentalmente los de la renta y sobre la propiedad) deben ser progresivos, ya que, en la actualidad, se produce el escándalo de que "los pobres, la clase media y los ricos pagan en impuestos la misma proporción de sus ingresos". El Estado debe rearmarse con el suministro de servicios públicos para todos (estos servicios llegan antes a los ricos que a los pobres) y con la reforma y ampliación de un Estado de bienestar hoy "truncado", que sólo proporciona beneficios a los trabajadores formales. Los "invisibles" (la economía sumergida) se han incrementado exponencialmente en la región y no precisamente, como dicen los neoliberales, por un exceso de impuestos: desde 1990, siete de cada 10 puestos de trabajo creados pertenecen a la economía informal y no tienen ningún tipo de protección social.

La música ha cambiado. Ahora falta la voluntad política de aplicarla, ya que la demanda social por una democracia más profunda e inclusiva, la distribución más equitativa de la influencia política y el mayor acceso a la ciudadanía social son mayoritarias, según todas las encuestas.

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