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Los guerreros de la bibliodiversidad

Son más de 100, pequeños y, en general, de estructura familiar, pero hay que ver el ruido que arman. Cuando su portavoz, Federico Ibáñez, de Castalia, dijo ayer, en el V Congreso de Editores, que luchan contra el aislamiento, más de la mitad de los asistentes se echaron a reír. ¿Aislado Federico? Imposible. Son éstos, los pequeños editores madrileños, quienes se colaron en la sesión dedicada a la Bibliodiversidad lingüística, cultural y editorial, dedicada a priori a las otras lenguas de España.

Hubo chirridos, claro. Era inevitable. Por ejemplo, quien moderó fue el director editorial de un grupo editor de Grup 62, Ernest Folch, que, por cierto, lo hizo muy bien.

Quien intervino por parte de los catalanes fue el director general de Grup Enciclopèdia Catalana, Albert Pèlach. Todo muy políticamente correcto.

Por Galicia habló el editor Francisco Alonso: más de 100 empresas editoriales, la mayoría no profesionales y con apenas presencia en el mercado. El 26% controla el 80% de lo que se publica. Descenso de las traducciones.

José María Esparza, de la navarra Txalaparta, puso de manifiesto las dificultades de la edición en euskera. Recientemente, explicó, una importante agencia literaria les negó los derechos para traducir al euskera libros de Julio Cortázar y de Isabel Allende. "Lo pueden leer en castellano", dice Esparza que le dijeron.

Agravios

Muchos agravios para las otras lenguas de España se fueron sumando. Pero los madrileños marcaron la pauta. Se presentaron con un manifiesto a favor de la bibliodiversidad. "Declaramos pertenecer a un numeroso colectivo de editores pequeños y medianos que, desde su opción personal, apuestan por la calidad, defienden el valor simbólico de la edición y se sienten cómplices de los autores, de los libreros, de los bibliotecarios y de los autores y de los lectores".

"Reclamamos de nuestros colegas , de nuestro entorno social, de nuestras instituciones y de nuestras administraciones la consideración de editores".

Flora Morata, representante de una de esas pequeñas editoriales combativas, explicó que hace tiempo que coeditan con Educación y que les ha costado muchísimo convencer a la Administración de que son los editores quienes saben hacer libros. Explicó ayer que tuvieron que aconsejar a Educación, y les hicieron caso, destruir la tirada de un libro que no estaba bien hecho, ni en la traducción, ni en la presentación.

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