El rito de paso
Esta novela bien podría encuadrarse dentro del género juvenil, pero es en libros como éste donde se demuestra la estrechez definitoria de un género cuando lo frecuenta un escritor de verdadero talento. Así que mejor hablamos de una novela de corte simbólico donde la imaginación y la expresión se conjugan de tal modo que constituyen una creación maravillosa para la que no hay edad de lector sino capacidad de percibir la belleza de un relato extraordinario. Es el mismo Dino Buzzatti severo y trágico de El desierto de los tártaros el que, de pronto, se pone a contar una historia inmortal: el adiós a la infancia. Pero no se piense que estamos ante la clásica historia simple y emotiva de despedida del paraíso. Buzzatti construye un artificio de enorme complejidad cuyo mecanismo queda oculto bajo la apariencia de un relato de fantasía. Y lo es, un relato fantástico. Pero veamos el material y su tratamiento.
EL SECRETO DEL BOSQUE VIEJO
Dino Buzzatti
Traducción de Mercedes Corral
Gadir. Madrid, 2004
184 páginas. 16 euros
Los elementos son, de una parte, un bosque milenario, que posee el misterio propio de la imagen del bosque cuyo secreto ha de descifrarse: el bosque es un espacio donde uno se pierde, pero cuyo sentido último es encontrarse. De otra parte, dos figuras humanas: el adulto y el niño. El adulto es un severo militar de conducta rectilíneamente autoritaria; para alcanzar semejante autoridad no ha empleado otra fórmula que el fingimiento: la autoridad se opone a cualquier sentimiento en la medida que el ejercicio de la autoridad es el deber y el deber está por encima de toda emoción que haga flaquear la autoridad. El bosque se abre a los niños y enmudece ante los adultos porque los niños juegan mientras que los adultos rigen y explotan la riqueza. El bosque se convierte en un espacio de recíproca gratitud con el niño mientras que la relación con el adulto es de sometimiento.
Por una razón de herencia,
el bosque pasa a poder del militar Sebastiano Procolo. Y éste ha de respetar condiciones a cambio de que el Bosque le conceda derechos de explotación. A partir de aquí, empiezan a aparecer seres extraordinarios: el viento Matteo, los espíritus de los árboles con forma humana con quienes debe entenderse el coronel, las aves y animales que actúan de coro y, naturalmente, los abetos centenarios. El niño Benvenuto, un niño débil y sensible, sobrino del coronel, recibe la mejor parte de la herencia, pero el bosque queda sujeto a Procolo, que envidia la suerte de su sobrino. Y concibe su muerte y busca los medios para deshacerse de él. Hasta aquí la anécdota, que se desarrolla hasta el final, naturalmente.
Si la novela se lee con mentalidad adulta, el personaje central es el coronel, su visión del mundo dura y exigente y la mentalidad que hay tras ella; si se lee con la imaginación más abierta, lo primero que encuentra el lector es la construcción de un espacio de vida donde caben realidad y fantasía con una asombrosa naturalidad; me explico: no una fantasía basada en elementos reales ni una realidad acompañada de fantasías sino un machihembrado perfecto que es el que da fe de vida a ese espacio donde la historia va a desarrollarse. Eso se obtiene por la eficiente estructura del artificio, pero mucho más eficientemente por medio del estilo -y aquí hay que hacer un elogio de la traductora, que ha encontrado el tono narrativo-.
Hay secuencias mejores
que otras; por ejemplo, la plaga del bosque revela una cierta vacilación del pulso narrativo, una caída de tensión imaginativa; pero, mayoritariamente, las escenas son soberbias, como la del juicio de los pájaros, la llegada de las pesadillas, la rebelión de la sombra, el enfrentamiento de los vientos...
pero, sobre todo, la admirable credibilidad del relato va construyéndose con tal naturalidad que las ideas fluyen convertidas en imágenes, lo que no es sino la esencia misma de la literatura. Ideas que se van enriqueciendo a medida que nos acercamos a un final que no dudo en calificar de soberbio porque contiene en su claridad tal cantidad de matices que toda la novela se pone en pie ante el misterio del rito de paso.
Cuando un niño cumple
con el rito de paso hacia la maduración, el bosque sabe que ya no se podrá mostrar a él con toda su riqueza de vida porque la mirada del niño cambia en mirada de hombre. Y ahí es donde, sin embargo, de la novela se desprende algo más: no hay lugar para la melancolía o la nostalgia. El cambio que se va produciendo en el coronel Procolo ("¿por qué quieres mostrarte distinto de cómo eres?", le dice su servidor el viento Matteo) reclama para el relato la dimensión adulta; entonces el papel del severo coronel redondea perfectamente la historia. El niño nace y juega, pero no desconoce el dolor; el hombre vive, elige y asume sus elecciones; el viejo muere en pie de cara a la tierra, más cerca de sí mismo; lo acompaña el viento: el aliento, que muere con él. Y todo el ciclo recomienza. Como en los buenos libros, el final ilumina toda la novela y hace compleja la sencillez. No hay edad para este libro porque pertenece a todas las edades y todas las contiene en su interior.
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