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Columna
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'Culturitis'

Las últimas estadísticas nos indican que el uso del valenciano ha sufrido un deterioro a lo largo de los últimos años. Pocas semanas antes un estudio realizado sobre la existencia y el funcionamiento de las librerías también nos dibujaba un panorama desalentador. Los índices de lectura, tanto de libros como de publicaciones periódicas (diarios, semanarios y otras revistas), nos sitúan por debajo de la media española y de la media europea. Si pasamos a contemplar los indicadores para valorar la salud de la producción editorial, nos topamos con cifras que reflejan la atonía de un sector que languidece y pierde puestos frente a otras zonas de España. Y por si faltaba algo, no vamos bien en el porcentaje de valencianos con estudios superiores.

Si pasamos al estado de la afición, el conocimiento y el respaldo de otras artes tampoco nos encontramos con situaciones favorables. La música, las artes escénicas, la pintura, la escultura, la danza son actividades con públicos minoritarios y en muchos casos considerados injustamente elitistas. Cabría separar la atención frívola del esnob en comparación con los escasos reductos de amantes de las artes plásticas o de representación. En su mayoría son autodidactas y voluntaristas, que se esfuerzan en afirmar y respaldar con su entusiasmo y presencia los actos y las programaciones que, entre nosotros, van más allá del evento festivo.

No es disparatado medir el grado de desarrollo de una sociedad a partir de la instrucción y el gusto por las artes de su ciudadanía. No todo es negocio y deporte competitivo de masas, ni ocio nocturno y estridente. Las nuevas generaciones, además de partir de un rechazo hacia las actividades que contemplan en sus antecesores, también aprenden y asumen los comportamientos de sus mayores para incorporarlos, antes o después, a sus pautas de conducta.

En las sociedades donde hay un poso de atención y dedicación a la música, brotan más vocaciones musicales y es en ellas donde existe la posibilidad de que surja alguna muestra de genialidad. Sabemos dónde están situadas las zonas de las que surgen músicos destacados, incluidos los compositores y los directores de orquesta. Al final lo que cuenta son las decisiones políticas. Por ejemplo, Barcelona, con su Forum de las culturas, pretende convertirse en ciudad del conocimiento. ¿Será porque los catalanes se han vuelto locos? Ángel Ganivet escribió que no hay naciones serias sin ciudades fuertes y proseguía afirmando que "aquella ciudad que realice un acto vigoroso, espontáneo, original; que la muestre como centro de ideas y de hombres que en la estrechez de la vida comunal obran como hombres de Estado, tenga entendido que presta un gran servicio". Un gran servicio a sí mismos y a la humanidad.

Sería muy conveniente que existiera una política para el libro en la Comunidad Valenciana para que supiéramos qué objetivos tenemos y con qué criterios contamos para editar dignamente en valenciano y en castellano. No es tan difícil. Porque únicamente con mirar, analizar y poner en práctica lo que hacen en otras partes, desde hace tiempo, tendríamos el horizonte más despejado. La prueba está en que ellos van mejor que nosotros. Aunque nada se regala ni surge sin trayectoria cultural, sin trabajo y sin dedicación.

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