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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Inteligencia natural

Javier Ocaña

Sin embargo, con independencia de la previsible conclusión, la película está por encima de la media soportada en los últimos tiempos (véase Gothika o El efecto mariposa), tanto en la madurez de su propuesta como, sobre todo, en el empaque de sus diálogos. Se nota que Gaghan, guionista ganador del Oscar por Traffic, no es un don nadie a la hora de formar frases con cierta inteligencia sin que éstas suenen pedantes o poco creíbles.

LA DESAPARICIÓN DE EMBRY

Dirección: Stephen Gaghan. Intérpretes: Katie Holmes, Benjamin Bratt, Zooey Deschanel. Género: intriga. Estados Unidos, 2002. Duración: 90 minutos.

El Embry del título es un geniecillo universitario (magistral estudiante, con gran talento para la música y el teatro, y guapo como un efebo) que, al tiempo, ejerce de engreído, maleducado, irritante, pretencioso y cruel ser humano. Consecuencia: es posible que, harto de tanta vulgaridad a su alrededor, haya decidido poner tierra de por medio y largarse a un regocijante encuentro consigo mismo y su sapiencia en algún lugar apartado de la odiada sociedad capitalista; o es probable que uno o varios de sus conciudadanos le hayan dado matarile por insoportable. La investigación, centrada en la novia del desaparecido, es narrada por Gaghan a través de una serie de flash blacks (de la vida de la pareja) que enlazan bien con el drama personal del policía que la lleva a cabo, un ex adicto a múltiples sustancias psicotrópicas que lee a Albert Camus.

Como los demás personajes secundarios (un par de amigos estudiantes) tampoco son ningunos idiotas, los diálogos mantienen un nivel intelectual alejado de la habitual necedad. Lo que provoca que, en definitiva, esta película, La desaparición de Embry, funcione bastante mejor como retrato de personajes que como intriga de entretenimiento, algo que unos pueden ver como una virtud (los hartos de tanta patraña y de tanto triple salto mortal en el último momento) y otros como un defecto (los que busquen removerse en la butaca en busca del final perfecto).

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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