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Entrevista:BELISARIO BETANCUR | Ex presidente de Colombia

"Hay margen de esperanza en Colombia"

Presidente de Colombia de 1982 a 1986, Premio Príncipe de Asturias por impulsar el Grupo de Contadora por la paz en Centroamérica, múltiple honoris causa, diplomático, escritor, presidente de la Fundación Santillana Latinoamericana,... El currículum de Belisario Betancur (Amagá, Colombia, 1923) es tan amplio como su influencia intelectual en su país y en América Latina. Ayer pronunció en Bilbao, invitado por la Cámara de Comercio, una conferencia en que reflexionó sobre Iberoámerica, España y el País Vasco.

Pregunta. ¿Cómo ve la actual situación de Colombia y su proceso de paz?

Respuesta. La situación de Colombia comenzó a deteriorarse hace ya casi medio siglo. Mediaron unos factores subjetivos y otros objetivos, que son como el caldo de cultivo en el cual actúan los factores subjetivos. Estos segundos son las carencias de infraestructura social, para decirlo con cierto eufemismo, el analfabetismo, la dependencia externa,... No digo que ésas sean las motivaciones únicas, pero son algunas de ellas. El tratamiento que se comenzó a dar a esa alteración del orden público fue represivo militar. Al cabo de los años, descubrimos que ese tratamiento no estaba siendo eficaz porque los movimientos guerrilleros no sólo no se marchitaban, sino que se ampliaban. Entonces fue cuando mi Gobierno intentó un tratamiento diferente, de devolverle el poder a la palabra, que es conversar, dialogar, y se avanzó en conversaciones que dieron algunos resultados positivos. En otras ocasiones, los resultados fueron negativos, porque se fracasaba en lo que se había acordado y no había políticas de Estado enfrente de esos movimientos guerrilleros, sino políticas de Gobierno. Al terminar los cuatro años de un gobernante, su política no se continuaba. Sin embargo, se continuó conversando. Cuando llegó el presidente Uribe, esa metodología del diálogo se había ido agostando y la gente estaba desesperada porque no se veían inmediatos resultados positivos. Llegó Uribe con una metodología diferente: afirmar la autoridad para proteger la seguridad de la población, manteniendo la posibilidad de conversaciones. Todos los colombianos cruzamos los dedos para que esa metodología tenga resultados positivos plenamente. En este momento, el presidente Uribe tiene una altísima popularidad, que llega al 82%. Digamos que comienza a verse una pequeña luz al otro lado del túnel, lo cual ha hecho que la economía repunte de manera espléndida.

"El diálogo no es válido en todas las circunstancias ni las situaciones homologables de un país a otro"
"Para negociar en un proceso de paz, hay que partir de que el que discrepa tiene buena parte de razón"

P. ¿Ve posible así un margen para la esperanza?

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R. Sí, lo veo.

P. ¿Cómo se negocia una paz?

R. Para negociar en un proceso de paz, hay que partir de la base de que el que me discrepa tiene buena parte de razón. Ése es un acto de humildad difícil de hacer por un gobernante, porque la arrogancia del poder en ocasiones enceguece. Cuando yo estaba en el Gobierno, favorecí el devolverle el poder a la palabra, y no sólo en Colombia, sino en Centroamérica, y fue así como creamos el Grupo de Contadora. Se negocia partiendo de la base de que el que me discrepa tiene buena parte de razón y que, por consiguiente, no todas sus motivaciones para estar al margen de la ley son irracionales. Tiene que haber en el gobernante un acto de humildad y en la contraparte, en los que están al margen de la ley, otro acto de humildad que consista en el reconocimiento de que la autoridad legítimamente constituida es la que tiene la autoridad.

P. ¿El diálogo es válido en cualquier circunstancia?

R. No. El diálogo no es válido en todas las circunstancias ni las situaciones son homologables de un sitio a otro, de un país a otro, porque las idiosincrasias son diferentes. Transportar una metodología de un sitio a otro es una equivocación. Siempre hay motivaciones diferentes, por consiguiente, las respuestas tienen también que ser diferentes.

P. ¿Cómo ve la situación actual del Pañis Vasco?

R. Por un respeto elemental con España, no respondo a esa pregunta. Lo que suelo hacer cuando voy a algún país invitado es, a partir de una actitud de delicadeza elemental, no intervenir en los asuntos internos.

P. ¿La situación actual del mundo, la amenaza islamista y la política de EEUU han dejado aparcados a América Latina y sus problemas?

R. En el orden político internacional, América Latina empezó a rezagarse desde el momento en que desapareció el comunismo en la región como elemento fundamental de preocupación en los Estados Unidos, que son, al fin y al cabo, la madre superiora. Hay un cierto marchitamiento de la preocupación internacional en ese sentido por Iberoamérica. Sin embargo, desde el punto de vista de la política de EEUU, hay una conciencia en Washington de que es mejor crear las condiciones necesarias para que el incendio no se produzca que llegar a apagarlo. El Tratado de Libre Comercio con EEUU está avanzando muy aceleradamente y en él se encuentran respuestas a muchos de los problemas políticos, económicos y sociales de la región. Lo que por un lado se perdió se está recuperando por otro, con persuasiones de que es mejor prevenir que curar.

P. Uno de los problemas a los que se enfrenta la región es el desarrollo de la democracia en los aspectos socioeconómicos, como destaca el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

R. Ese informe insiste en que el restablecimiento de la democracia por sí solo no resuelve los problemas de fondo de la región y que esos problemas no reclaman solamente vigencia de instituciones democráticas, no sólo libertad de elección de votación, sino que reclaman el disfrute de la comunidad de esas formas de bienestar que lo aproximen a la felicidad.

P. ¿El que Fernando Botero haya dedicado parte de su última obra a la violencia colombiana simboliza que es ya un elemento estructural en su país?

R. El maestro Botero, mi grande amigo, acaba de hacer una nueva donación desmesurada de 53 obras en las que trata el tema de la violencia en Colombia, de la violencia guerrillera, de la del narcotráfico, de las distintas formas de violencia inhumana. Él ha explicado que se había abstenido de tratar esa fenomenología desgarradora de Colombia porque le desgarraba su propia alma, pero que, en vista de la reiteración de esa situación, en algún momento creyó encontrar en su propia creatividad alguna respuesta que quizá sirva de lenitivo a los grandes males que padece Colombia. Es una obra formidable y terrible que puede ser una buena pedagogía desagarradora para la tragedia que estamos viviendo los colombianos.

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