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55 países piden en Berlín medidas contra el antisemitismo

La conferencia de la OSCE aborda los límites entre ataques a los judíos y críticas a Israel

Casi mil participantes, reunidos en una mastodóntica conferencia organizada por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), debaten desde ayer, y durante dos días, en Berlín las raíces del antisemitismo, sus expresiones actuales, y reclaman medidas concretas contra esta lacra. Asisten a la conferencia en la capital alemana 600 representantes de 55 países de la OSCE y otros 320 de ONG, así como varios ministros de Asuntos Exteriores.

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Entre los responsables diplomáticos se hallaban el de Estados Unidos, Colin Powell; el alemán Joschka Fischer y el español Miguel Ángel Moratinos, además de relevantes personalidades como el premio Nobel de la Paz y superviviente del campo de concentración de Auschwitz Elie Wiesel y la ex ministra francesa Simone Veil. Más de 4.000 policías se encargaron de la seguridad de la conferencia y convirtieron algunas zonas de la capital alemana en una ciudad con aspecto de estado de sitio.

Entre la catarata de palabras e intervenciones se pudo advertir ayer, aparte de las obvias condenas al antisemitismo, un cierto intento de delimitarlo frente a la crítica legítima a la política del Estado de Israel respecto a los palestinos. El secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, expresó la legitimidad de esta crítica, aunque advirtió de que no se puede rebasar el límite de representar a los dirigentes de Israel con símbolos antisemitas. Citó Powell en su intervención en un par de ocasiones a su presidente, George W. Bush, y dijo que de la conferencia debe salir el claro mensaje de que el antisemitismo siempre es equivocado y peligroso. Powell declaró que EE UU "combatirá a todos los que no respeten la tolerancia" y enunció: "Hay un corto camino entre el prejuicio y la intolerancia hasta la violencia". Powell se refirió al hecho de que la conferencia se celebre precisamente en Berlín, "el lugar donde se incendió la llama del Holocausto".

Esta referencia a Berlín la destacaron varios de los oradores. Fischer manifestó que, como anfitrión, reconoce "la responsabilidad histórica y moral de Alemania ante el Holocausto". "El recuerdo de ese crimen monstruoso contra la humanidad", añadió, "determinará también la política alemana en el futuro". Se pronunció Fischer a favor de que la conferencia de Berlín emita el mensaje de condena "a toda forma de antisemitismo como un atentado contra la dignidad humana; se creen instrumentos para registrar los actos de antisemitismo en el ámbito de la OSCE para proceder en contra" y de lograr "un compromiso político conjunto para enfrentarse de modo público y decidido a cualquier forma de antisemitismo".

Moratinos ofreció Córdoba, la ciudad de su circunscripción electoral y que celebra este año el 800 aniversario de la muerte de Maimónides, como "un lugar emblemático" para acoger la siguiente conferencia sobre el antisemitismo, si se acordase seguir los trabajos de la iniciada en Berlín.

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Nuevos miedos

Destacó Moratinos que el anterior Gobierno socialista tipificó en el Código Penal en el año 1995 el antisemitismo como delito y anunció la creación en el Ministerio de Exteriores de España de un grupo de trabajo encargado de seguir las conclusiones que apruebe hoy la conferencia de Berlín. Acompañó a Moratinos en Berlín el defensor del Pueblo, Enrique Múgica, a quien alabó el ministro por su "trayectoria individual de lucha por las libertades conocida por muchos de ustedes".

Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz, dijo que 60 años después del Holocausto los judíos en Europa tienen miedo de nuevo. Apeló Wiesel a aprobar un manifiesto contra el antisemitismo y enviarlo a los Gobiernos del mundo, traducido a todos los idiomas para que se lea cada año en las escuelas. Wiesel calificó el antisemitismo de "enfermedad contagiosa" y se preguntó: "¿Si Auschwitz no acabó con el antisemitismo, qué podría hacerlo?".

Elie Wiesel recibe el saludo de un participante en la reunión de Berlín.
Elie Wiesel recibe el saludo de un participante en la reunión de Berlín.AP

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