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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Lamento por la sanidad

La reciente destitución de los gerentes de 14 hospitales y 9 áreas de Atención Primaria de Madrid es un paso más hacia el desastre. Y no porque el consejero de la Comunidad Autónoma no esté totalmente legitimado para relevar a cargos que son de confianza y, por tanto, de libre designación. Tampoco porque se dude a priori de las cualidades gestoras de los nuevos nombramientos -aunque deberán demostrarlas realmente en la arena del quehacer diario-. La causa de la indignación generalizada que ha producido este hecho es que el motivo real del cese haya sido la necesidad de reubicar altos cargos del anterior Gobierno central del Partido Popular (PP).

Y la gota que ha colmado el vaso, las declaraciones del consejero tratando de hacer creer a todo el mundo que la decisión se tomaba en función de la mejora de la gestión de la sanidad madrileña. Así, la tan cacareada gestión eficiente y excelente de la sanidad se convierte en un cúmulo de palabras vacías que ponen de manifiesto el concepto patrimonial y caciquil que nuestros dirigentes tienen de los cargos públicos.

El proceso de desintegración de la sanidad madrileña comenzó en el año 2000, año en que el PP revalidó su victoria electoral -por mayoría absoluta- y el Gobierno estableció como prioridad la culminación de las transferencias sanitarias a las autonomías. Desde ese momento, el hoy extinto Insalud comenzó un proceso de autoliquidación que dejó huérfanos de política y estrategia sanitaria a los centros que entonces de él dependían. Muchos profesionales esperábamos que a partir del 1 de enero de 2002 las comunidades autónomas recuperaran la iniciativa, la orientación y la planificación. No fue así en el caso de Madrid, que quedó al albur de las luchas intestinas de las diversas familias del partido gobernante, tanto en el ámbito nacional como de nuestra Comunidad.

La idea de un sistema sanitario entendido como servicio público a los ciudadanos y con orientación hacia la Atención Primaria y la Salud Pública -algo ajeno de por sí al pensamiento conservador- ha sido inexistente en nuestro medio. En su lugar ha primado la orientación casi exclusiva hacia los aspectos económicos, olvidando la complejidad de los valores -de usuarios, profesionales y colectividad- que condicionan el mundo sanitario. Y, además, el constante baile de cargos, fruto del cainismo político, ha sido desde entonces una constante.

La contaminación política de la gestión sanitaria es un mal endémico de nuestro país. La mayoría absoluta del PP nos devolvió a los tiempos del comisariado político en Sanidad. El episodio de Madrid sólo es un nuevo capítulo de esa historia, nefasta la practique quien la practique. Aquellos que nos dedicamos a estudiar la interacción entre ética, gestión y medicina en el marco del desarrollo de la ética de las organizaciones sanitarias tenemos en Madrid un buen ejemplo para aprender lo que no debe hacerse. Con la salud no se juega.

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