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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Es la geopolítica

Emilio Ontiveros

LAS ESPERADAS previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), incorporadas en su World Economic Outlook publicado con ocasión de las reuniones de primavera, han confirmado los mejores presagios acerca de las posibilidades de crecimiento de la economía mundial, en este y el próximo año, del 4,5% y 4,4%, respectivamente, frente al 3,9% de 2003. A la definición de ese favorable horizonte contribuirá el crecimiento de todos los bloques económicos, incluidos los países menos desarrollados, aunque de forma desigual. El comercio mundial lo hará de forma significativa, dada la excepcional debilidad en que se ha mantenido en los últimos años, no menos del 6,6% en ambos años, en contraste con el 4,5% del año pasado. La inflación de las economías avanzadas (medida por los precios al consumo) no llegará en ninguno de estos años al 2%. Todo ello contando, al menos en este año, con la activa complicidad de unos mercados financieros que parecen haber olvidado los peores tragos del comienzo de la década.

España volverá a distanciarse favorablemente del 1,7% del crecimiento medio de la zona euro, alcanzando el 2,8% y el 3,3% en este y el próximo año, mientras que las tres economías principales no pasarán del 2%

La evolución del precio de las materias primas, y de forma muy particular el del crudo, se presenta como una de las principales amenazas a la satisfacción de un escenario tal. La inquietud es tanto mayor cuanto que el 40% de la producción tiene lugar en una zona del planeta muy lejos de la estabilidad política. Y éste es otro de los factores menos intensamente subrayado por el FMI, pero no por ello poco relevante para que pueda garantizarse ese horizonte de crecimiento global. Bajo la genérica caracterización de "riesgos geopolíticos" se agrupan hoy amenazas de diversa naturaleza (desde los imprevisibles ataques terroristas hasta el deterioro de la situación en Irak, sin olvidar las consecuencias del conflicto en Oriente Próximo), de difícil especificación cuantitativa. Con independencia del lógico aumento de la aversión al riesgo, el recrudecimiento de esas tensiones puede limitar el normal funcionamiento de las relaciones multilaterales, y muy particularmente la armonía en el seno del Grupo de los Siete, esenciales para que la esperada restauración de los flujos comerciales y financieros internacionales ejerza su esperada contribución al crecimiento económico mundial.

El otro conjunto de inquietudes deriva de la forma en que esa expansión mundial está siendo alimentada. Es una vez más la economía americana la que actúa de principal locomotora del mundo, como manifiesta su extraordinario déficit exterior. Pero, a diferencia de lo que ocurrió en los noventa, ese impulso ha estado en gran medida determinado por una expansión fiscal determinante de un deterioro del déficit público sin precedentes. La necesaria corrección de ambos desequilibrios es un ejercicio no exento de efectos secundarios, dentro y fuera de EE UU. La experiencia nos dice que el ajuste de los mismos, aun cuando sea relativamente ordenado, estará acompañado de elevaciones de tipos de interés, intensificación de la volatilidad de los tipos de cambio y reducción del ritmo de crecimiento económico. El impacto de esos efectos, dentro y fuera de la economía estadounidense, dependerá de la compensación que pueda llegar a ejercer el crecimiento de las otras economías avanzadas. Si el final de la convalecencia de Japón es un hecho asumido en las previsiones del FMI, aunque con algunos reparos (se prevé una tasa de crecimiento del 3,4% en 2004, para caer al 1,9% en 2005), no ocurre otro tanto con las tres economías más importantes de la zona euro, que crecerán en 2004 por debajo del 2%; la cuarta, España, volverá a distanciarse favorablemente del 1,7% del crecimiento medio de la zona, alcanzando un 2,8% y 3,3% en este y el próximo año, respectivamente.

Reducir las probabilidades de que esas amenazas se concreten no sólo exige prudencia y coordinación en la orientación de las políticas económicas de los grandes, sino, lo que sin duda hoy es más importante, una decidida voluntad de eliminar los muy singulares riesgos geopolíticos, de más complicada gestión.

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