Intriga periodística
El galáctico Hayden Christensen interpreta a este joven redactor de una revista poco vendida, aunque con gran influencia en ciertos ámbitos de la política de EE UU. Es uno de esos cronistas a los que siempre le coinciden las fuentes, de esos que encuentran la historia más increíble en el lugar menos frecuentado. Es la nueva estrella de la prensa. Pero sus compañeros y sus jefes no saben que todo es mentira. O casi todo. Billy Ray, joven director debutante con experiencia en el guión (La guerra de Hart, Volcano), ha confeccionado El precio de la verdad como una intriga política. Al fin y al cabo siempre se ha hablado de los medios de comunicación como del cuarto poder. Ray ha buceado en la obra de los mejores autores de cine político (relacionado con ese cuarto poder) de la historia, aquellos que realizaron sus mejores obras en la década de los setenta, época de grandes escándalos y de gran cine cargado de crítica hacia el sistema. Hablamos de gente como Sidney Lumet (Network, un mundo implacable) o Alan J. Pakula (El último testigo, Todos los hombres del presidente). Ray no se acerca a la maestría de éstos, pero hace bien en tenerlos como referentes.
EL PRECIO DE LA VERDAD
Dirección: Billy Ray. Intérpretes: Hayden Christensen, Peter Sarsgaard, Steve Zahn, Chlöe Sevigny. Género: drama. EE UU, 2003. Duración: 95 minutos.
Sería una pena que el público percibiese El precio de la verdad sólo como una película de periodistas y para periodistas, porque en ella hay mucho más. También es el retrato de un pobre hombre disfrazado de listo, de los que habitan el mejor hueco de cada centro de trabajo, ya sea de un periódico o de una fábrica de salchichas.
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