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Reportaje:NUEVOS VECINOS / BIELORRUSIA | LA EUROPA DE LOS 25

El aislamiento de Bielorrusia

El presidente Lukashenko se aleja de los valores europeos y de la presión económica de Rusia

Pilar Bonet

Ni hacia el Este ni hacia el Oeste. En la ruta de tránsito entre Rusia y la Unión Europea, Bielorrusia se aísla cada vez más de los valores europeos debido a la gestión de su presidente, el autoritario Alexándr Lukashenko, empeñado en erradicar las libertades cívicas y la actividad intelectual surgidas al calor de las reformas de Mijaíl Gorbachov. Lukashenko, que cultiva una ideología populista de inspiración soviética, tiene el apoyo de una élite servil y de una población que, a pesar de vivir humildemente con una media de algo más de 100 euros mensuales, teme por razones históricas que cualquier cambio sea a peor.

Lukashenko, que llegó al poder en 1994, se ha resistido tanto a las presiones de la UE a favor de la democratización como a los intentos rusos de engullir la economía de su país. Su habilidad para salirse con la suya, enfrentando los intereses ajenos, irritó primero a Bruselas y ahora a Moscú, que ha comenzado a fijarse en otros políticos bielorrusos. En febrero, Rusia le cortó el suministro de gas subvencionado para forzar el acuerdo sobre la privatización conjunta de la empresa nacional de gas, Beltransgas. De rebote, los rusos dejaron sin gas al enclave de Kaliningrado y a sus clientes europeos. La crisis, aunque breve, ha enfriado las relaciones entre Moscú y Minsk y ha reavivado el interés por las alternativas de aprovisionamiento energético en el centro de Europa.

Rusia tiene en el país vecino instalaciones militares y de control del espacio aéreo
De tener que elegir, un 41% votaría por la unión con Rusia y un 36,5%, por la UE
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La crisis del gas se ha reflejado en la opinión pública. En marzo, un sondeo constataba un aumento del 23,45% al 25,1% de bielorrusos que votarían por el ingreso en la UE y una disminución de los partidarios de la unión con Rusia del 37,9% al 30% en el plazo de un año. De tener que elegir, sin embargo, un 41% votaría por la unión con Rusia y un 36,5%, por la UE.

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En 1996, Moscú y Minsk iniciaron un proceso de unificación, pero cada vez que éste parece irreversible, Lukashenko da marcha atrás. El rublo no ha llegado a introducirse como moneda común y la supuesta unión aduanera ha sido corregida para impedir que las mercancías internacionales se cuelen en el mercado ruso con tarifas negociadas por Minsk. Desde que Putin llegó al poder, la perspectiva de la unión ha perdido atractivo para Lukashenko, que en época de Borís Yeltsin aspiraba a liderar un proyecto de restauración socialista común.

En su relación con Bielorrusia el Kremlin da prioridad a aspectos geoestratégicos y económicos -tales como las dificultades para que el capital ruso eche raíces e influya directamente en la vida política de Bielorrusia- y la UE, a los derechos humanos y libertades democráticas. Pero hay coincidencias. Como Alemania o Lituania, Moscú está preocupada por el comportamiento de las aduanas bielorrusas, que confiscan arbitrariamente camiones en tránsito y comercializan a su antojo las mercancías en beneficio de la Administración presidencial. En otoño el embajador ruso en Minsk, Alexándr Blojín, se declaró inquieto por "la imagen de nuestros procesos de integración" y denunció a las aduanas bielorrusas, que han multiplicado por más de cinco el producto de sus confiscaciones de mercancías en tránsito, de 12,5 millones de dólares en 2000 a más de 61,5 millones en nueve meses de 2003.

La oposición bielorrusa alimenta hoy esperanzas de un cambio de política de Rusia después de ser repetidamente invitada a Moscú para participar en un ciclo de seminarios organizados por el Consejo de Política Exterior y Defensa, una organización próxima al Kremlin. Serguéi Prijodko, asesor de política internacional de Putin, confraternizó recientemente con los opositores de Lukashenko, según uno de los asistentes. Pero una cosa es que Putin se quiera informar sobre las realidades bielorrusas y otra que apueste por un proyecto político incierto. Tras la ampliación de la OTAN , los militares rusos han elegido el territorio de Bielorrusia para hacer declaraciones beligerantes que contradicen el tono más sereno del Kremlin. Puede que sea un reparto de funciones, pero Moscú concede una gran importancia estratégica a su vecina, donde tiene instalaciones militares y de control del espacio aéreo.

Las relaciones de Bielorrusia con la UE han empeorado después del referéndum de 1996, que permitió a Lukashenko disolver el Parlamento y aprobar una Constitución a su medida. El Tratado de Cooperación, firmado en 1995, fue congelado y en la actualidad Bielorrusia no tiene ni siquiera la perspectiva de participar en la estrategia para los "nuevos vecinos" de la UE, aunque Bruselas financia proyectos TACIS para paliar las consecuencias del accidente nuclear de Chernóbil y desarrollar la sociedad civil. Las embajadas occidentales en Minsk protestan continuamente por el hostigamiento a las organizaciones independientes y a la prensa crítica, pero sus logros son pírricos ante una Administración que multiplica las decisiones absurdas y burocráticas contra todo aquello que no controla o no entiende.

El viceministro de Exteriores, Alexándr Mikjnevitch, insiste en que Bruselas y Minsk deben dejar de lado sus diferencias y concentrarse en los temas de interés mutuo, como la emigración ilegal o el contrabando. Bielorrusia detiene anualmente a 100.000 emigrantes que, de otro modo, se colarían en la UE. Los europeos dudan de la seriedad de estos propósitos. En Minsk, analistas bielorrusos y diplomáticos extranjeros opinan que Bruselas y Moscú deberían conversar sobre sus intereses comunes para que Bielorrusia sea un país de tránsito estable e incluso aseguran que el diálogo ha comenzado ya.

Un retrato de Lukashenko vigila la  redacción de un periódico.
Un retrato de Lukashenko vigila la redacción de un periódico.P. B.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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