Calvario de europeos
A mediados de febrero fui a la oficina de la Policía Nacional, en la calle del General Pardiñas, en Madrid (que centraliza la gestión de trámites para extranjeros), para iniciar la renovación de mi tarjeta de "residente comunitario" (NIE). Soporté hora y media de cola en la calle, sin tener mayor información que un panel colgado en la pared externa del edificio donde se resumen todos los trámites que puede realizar en ese lugar "todo tipo de extranjeros".
Con manos y pies doloridos por el frío y el viento, conseguí colocarme en la fila que había que hacer, ya dentro del edificio, frente a la taquilla de "comunitarios". Por suerte, traía ya los formularios para la solicitud porque los había descargado de la página web del MIR unos días antes; de hecho, en esa sala no vi ninguna mesa con material parecido; a saber cuánto tiempo habría tardado en encontrar lo que necesitaba.
Al cabo de otra media hora de fila, cuando quedaba sólo una persona delante de mí, leí un cartel informativo que estaba colocado al lado del empleado que me iba a atender (no había ningún otro hasta llegar al mostrador). El cartel reproducía un mensaje de este tipo: "Los extranjeros comunitarios ya pueden realizar los trámites de solicitud y renovación del NIE en las siguientes delegaciones de la Comunidad de Madrid...", y citaba también mi ciudad, Alcalá de Henares.
Cuando por fin llegó mi turno, pregunté al empleado si una vez entregada la petición podía recoger la tarjeta en Alcalá, y me dijo que podía ser sólo si iniciaba el trámite en la misma oficina de Alcalá. Le exigí que me asegurase al cien por cien la veracidad de la información, porque ya había perdido una mañana para ir hasta allí. El hombre se sintió ofendido por mis dudas y me dijo que nunca dan una información incorrecta.
Fui corriendo de vuelta a Alcalá para entregar mi solicitud antes de las 14.00 en la oficina de la policía (milagrosamente, ¡no había cola!); pero ¿cómo no?, la empleada me dijo que no sabía nada, que le sonaba que iban a ampliar sus competencias en esa materia, pero que todavía no tenían ninguna información cierta, ni material con que trabajar.
Una semana después llamé para ver si había novedades y me dijeron que sí, y que me pasara cualquier día para pedir cita previa. A los pocos días fui a pedir cita y, ante mi enorme asombro, me apuntaron para el 2 de abril (un mes y medio más tarde). El día de la cita tuve que hacer otra hora de fila en la calle. Ese día también hacía mucho frío y mi paciencia estaba al límite, cuando uno de los guardias que estaban en la puerta dijo, refiriéndose a un señor de color que, exasperado, intentaba adelantarse en la cola: "¡El negro ese me pone negro!". Ahora tengo que volver a la misma oficina en unos días para poner la huella y, desde entonces, tendré que esperar otro mes hasta la tarjeta definitiva.
Llevo ocho años en España. ¿Hasta cuándo tendremos que pasar por este innecesario calvario?
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