Autocrítica
Los tiempos que se avecinan no van a ser sencillos para los empresarios. Las empresas valencianas y especialmente las agrícolas e industriales no tienen ante sí un panorama reconfortante. La agricultura sigue siendo un sector sensible para la economía y para las familias valencianas. Incide de forma directa en la parte de las rentas que por toda la geografía autonómica se destina al consumo. El equipamiento de la casa, la boda, el cambio de coche, el viaje o las vacaciones, penden de la evolución de los ingresos agrícolas. Se vive de otra cosa, pero se gasta en función de lo que da la cosecha. En otros casos una helada o los daños del pedrisco suponen un drama. La industria va por otros derroteros, pero es evidente que en el diagnóstico y en la adopción de medidas para afrontar la crisis llevamos ya años de retraso.
Se habla mucho de investigación, innovación, diseño, formación, nuevas tecnologías, sistemas de gestión, recursos humanos, dimensión y apertura a nuevos mercados. En todos estos campos estamos en mantillas. La responsabilidad no es de la Administración ni de los políticos, sino exclusivamente de los empresarios. Un emprendedor, al estilo de los que prevalecen en el mundo desarrollado, no puede permitirse el lujo de permanecer dormido en sus laureles.
Además Francisco Pons, presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) parece estar preocupado por alcanzar un grado adecuado de consenso. Ya era hora de que un dirigente empresarial se manifestara en este sentido. Porque el consenso deseado no se limita, aunque también le preocupa, entre administrados, sino también, entre la administración central -ahora controlada por el POSE- y la autonómica -en manos del Partido Popular.
Se ha demandado diálogo y reflexión con resultados insatisfactorios. Falta entendimiento real precisamente entre los valencianos de Alicante, Castellón y los del Cap i casal. Estamos todavía y quizás más que nunca, desvertebrados. Y las vías de solución no provendrán nunca de palabras vacías sino, por el contrario, de promover proyectos integradores, repletos de generosidad e imaginación. Y estos a su vez han de ser desarrollados por personas preparadas, sensatas e inasequibles al desaliento. Líderes que en cada una de las especialidades no existen porque no se han fomentado y que tantas veces como han surgido se les ha segado la cabeza.
Esto le debe preocupar a Francisco Pons, como también le inquieta que el nivel de diálogo y entendimiento con las autonomías vecinas -Cataluña, Aragón, Baleares, Castilla La Mancha y Murcia- sea tan irrelevante, Hemos tardado demasiado tiempo en enterarnos, quizás por imperativos políticos y miopes. Sabemos qué puede dar cada cual de sí mismo, hasta dónde puede llegar y si ha agotado sus posibilidades. Es urgente que todos asumamos nuestras responsabilidades, no vaya a ser que por el afán de cambio sustituyamos a lo que hay por algún jugador de ventaja. Con el agravante de que el advenedizo apueste nuestro futuro en su beneficio. Un error estratégico en este delicado momento puede ser fatal. Es indispensable ser autocrítico precisamente en el mundo empresarial y mientras no se asuman responsabilidades por los errores del pasado cualquier intento regeneracionista resultará estéril.
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