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China relaja en Shanghai la política del hijo único para frenar el envejecimiento

La municipalidad de Shanghai ha decidido suavizar la estricta política de hijo único en China desde los años setenta, ante el continuo envejecimiento de la población. A partir de hoy, algunas parejas podrán tener un segundo descendiente sin tener que pagar las onerosas multas con las que son sancionados quienes incumplen la legislación sobre el control de natalidad.

La nueva normativa permite a los divorciados que se vuelvan a casar tener un hijo con su nueva pareja, aunque los dos ya sean padres. Hasta ahora, sólo podía serlo uno de ellos. Además, se ha extendido a las familias urbanas el derecho que existe actualmente en el campo a tener un segundo hijo cuando uno de los progenitores tiene una incapacidad laboral.

La decisión refleja la inquietud existente entre las autoridades por la presencia de una población cada vez más anciana en la mayor ciudad china. Según Xia Yi, subdirector de la Comisión Municipal de Población y Planificación Familiar, el 18% de los 17 millones de habitantes de Shanghai -a los que se suman otros tres millones flotantes- tiene 60 o más años. Los dirigentes temen que el número creciente de jubilados ponga en crisis un sistema de seguridad social, ya de por sí precario y escaso de fondos. China tiene 88 millones de ciudadanos de más de 65 años, una cifra que se calcula que ascenderá a 300 millones en 2050.

Xia ha dejado bien claro, sin embargo, que la reciente normativa "no va destinada a promover los nacimientos". Según dice, la política básica de planificación familiar seguirá vigente durante décadas para controlar el crecimiento demográfico, aunque podrán llevarse a cabo pequeños cambios.

El Gobierno chino puso en marcha la regla del hijo único en los años setenta para frenar el rápido aumento de una población, que si en 1949, cuando fue fundada la República Popular, era de 541 millones, apenas veinte años más tarde ascendía a 806 millones. A principios de los ochenta, cuando la cifra ya alcanzaba 1.000 millones, Pekín decidió hacer del control de la natalidad una política de Estado. Las autoridades afirman que sin esta medida el país tendría ahora más de 1.600 millones de habitantes, en vez de 1.300.

Los críticos aseguran que las restricciones van en contra del derecho fundamental a tener descendencia y que las leyes favorecen a quienes pueden pagar las multas impuestas. Además, la preferencia por los niños, es fuente de abortos selectivos. En China nacen 100 niñas por cada 116 niños, cuando esta última cifra en todo el mundo es de 105 a 107.

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