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Las presidenciales argelinas se convierten en un duelo entre Buteflika y Benflis

El presidente saliente se perfila como vencedor, aunque no se descarta una sorpresa

Se llevan tan sólo siete años, proceden del mismo molde ideológico -el Frente de Liberación Nacional, antiguo partido único- y hasta hace 11 meses han hecho equipo para gobernar Argelia, pero ahora se han convertido en los peores adversarios. El jefe del Estado saliente, Abdelaziz Buteflika, y su ex primer ministro Ali Benflis, se enfrentan en un duelo fratricida sin precedentes en las elecciones presidenciales del jueves, a las que concurren otros cuatro candidatos de diversas tendencias, desde un islamista hasta una trotskista.

Sobre el papel, Buteflika, de 67 años, debería ganar. Uno de los pocos sondeos hechos públicos, efectuado por el instituto parisiense Imar, le otorga el 55% de los sufragios, más que suficientes para no tener que competir en una segunda vuelta. Pero Argelia carece de tradición de encuestas preelectorales y las primeras dadas a conocer no inspiran confianza.

Aunque el Ejército haya prometido, esta vez, ser neutral, "hay temores fundados sobre la parcialidad de las demás instituciones del Estado" a favor de Buteflika, denuncia el periódico La

Tribune, que, como casi toda la prensa escrita, arremete a diario contra el presidente. Benflis, de 59 años, denuncia también en sus mítines "la gran sospecha de fraude y manipulación" por parte del que llama "fascista" y "faraón".

Buteflika no sólo cuenta en su apoyo con la Administración del Estado. Su balance desde 1999, cuando los generales le izaron al poder, no es del todo negativo. "¡Levantad vuestra cabeza bien alta!", gritaba el presidente, el pasado fin de semana, en un mitin en Orán convencido de que, gracias a sus dotes de diplomático, ha devuelto a Argelia su prestigio internacional.

Más importante aún que el aura internacional es, para el ciudadano de a pie, la caída en picado, durante su mandato, de la violencia islamista. En 2000, tras su acceso al poder, hubo aún más de 2.000 muertos, pero en los tres primeros meses de este año sólo se registraron 150. Junto con los golpes que asesta el Ejército a los terroristas, la "concordia civil" desarrollada por Buteflika, y la consiguiente reinserción de islamistas, ha contribuido también a apaciguar el país.

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Por último, los resultados económicos son halagüeños. El paro sigue afectando a la mitad de los jóvenes de menos de 30 años, pero después de años de estancamiento el crecimiento económico fue, en 2003, del 6,8%, algo superior al de los demás países del Magreb, que también tuvieron un buen año. Nada de extraño, por tanto, que la patronal argelina haya pedido el voto para Buteflika.

Su voz se suma así a la coalición heterogénea que apoya la reelección del presidente. En ella figuran el sindicato UGTA; el Reagrupamiento Nacional Democrático, una formación joven y algo artificial; una disidencia del FLN, el que fue durante un cuarto de siglo el partido único; y hasta un pequeño grupo islamista, hasta hace poco llamado Hamás y hecho trizas desde que su líder anunció el respaldo a Buteflika. Los que secundan a Benflis no son más homogéneos. El FLN, del que es secretario general, es el pilar en el que se asienta su candidatura, a la que también se han sumado los islamistas moderados capitaneados por Taleb Ibrahimi, ex ministro de Asuntos Exteriores.

Si se celebrase una segunda vuelta, es probable que buena parte de los sufragios de los demás aspirantes a presidente recayesen sobre Benflis. Éstos son el laico y berberista Said Sadi, el islamista Abdalá Yabalá, la trotskista Luisa Hanun y un desconocido, Ali Fawzi Rabian.

Los analistas argelinos buscan diferencias ideológicas en los discursos de Buteflika y Benflis, y logran incluso encontrarlas cuando señalan que el primero hace más hincapié en las privatizaciones de empresas públicas, mientras su rival parece temer las repercusiones sociales de tales iniciativas. Lo que separa a ambos es más bien un estilo y una personalidad, el carisma apabullante de Buteflika, frente a un Benflis menos brillante pero, no obstante, determinado.

Una joven  argelina, junto a un cartel electoral del presidente Abdelaziz Buteflika, ayer durante un mitin en Argel.
Una joven argelina, junto a un cartel electoral del presidente Abdelaziz Buteflika, ayer durante un mitin en Argel.REUTERS

Ataques a la prensa

Los periodistas son "mercenarios que matan con su pluma; ejercen un terrorismo de otra índole". La prensa argelina "trabaja por cuenta de círculos extranjeros que no desean el bien de Argelia ni de su pueblo". El que ha pronunciado estas acusaciones contra los periódicos de su país ha sido, en algunos de sus mítines, el presidente y aspirante a la reelección Abdelaziz Buteflika.

Peor aún, el ministro de Asuntos Religiosos, Buabdellah Glamallah, reconoció a Reuters haber dado en febrero instrucciones a los imames de que arremetan en sus prédicas contra el diario Liberté, el rotativo francófono de mayor difusión. En los últimos días de marzo siete periódicos, incluidos los dos de mayor circulación, El Jabar (árabe) y Liberté, anunciaron que denunciaban a Buteflika ante los tribunales por incitación al odio y a la violencia que han padecido los periodistas que cubren la campaña.

"Desde principios de la campaña, el presidente lleva a cabo una odiosa operación de propaganda contra la prensa independiente argelina", reza un comunicado de los siete rotativos. "Sus palabras son una mezcla de anatemas, insultos y graves acusaciones", añaden.

Argelia posee una de las prensas escritas -la audiovisual sigue siendo monopolio de Estado- más libres del mundo árabe. Sus relaciones siempre han sido malas con Buteflika. La mayoría de los diarios apoyan a su rival, Ali Benflis. A Buteflika le queda la televisión para consolarse de las invectivas de los periódicos. Durante la campaña reparte su antena con bastante ecuanimidad entre los candidatos pero, hasta que empezó la carrera presidencial, dedicaba amplios espacios a las giras de Buteflika.

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