Una reina y dos villas castellanas
Cuatro muestras celebran el V centenario de la muerte de Isabel la Católica
Dulcemente dormida. Así aparecía Madrigal de las Altas Torres (Ávila) en las jornadas previas al gran día de ayer, jornada de apertura de la muestra. Dormidas las fachadas de ladrillo visto, las calles empedradas, las puertas de madera a las que aún se llama golpeando la aldaba... Con un sueño que al viajero se le antoja relajante, reparador, especie de oasis rodeado de llanura, de campos de labor, de horizontes infinitos. Y, sin embargo, la actividad era mucha: toda la necesaria para afrontar lo que se prevé una avalancha de visitantes, una riada de curiosos que quieren saber más de esa reina de quien se cumple el quinto centenario de su muerte este año.
En Madrigal nació. En el palacio de su padre, don Juan II, convento de las monjas agustinas que, desde su clausura, han permanecido siempre atentas al devenir de los tiempos y al cuidado de la joya que conservan. "Si no hubiera sido por la comunidad, el palacio estaría en ruinas", dice Rufino Rodríguez, el alcalde de este pequeño pueblo (1.890 habitantes), de cuyo importante pasado quedan muchas huellas.
Para empezar, el nombre: Madrigal de las Altas Torres, considerado por Dámaso Alonso -y por muchos ciudadanos de a pie- como el más bonito de España. La única torre alta que ahora se divisa es la de la iglesia mudéjar de San Nicolás de Bari, con un artesonado del siglo XIV recientemente limpiado y consolidado. Las otras son las que jalonaban la muralla que circunda desde el siglo XII la villa. Cuatro puertas permanecen en pie: la de Arévalo, cuyo arco parece engullir a quienes entran en Madrigal; la de Peñaranda de Bracamonte, junto a la plaza del Cristo, donde se alza el convento de las agustinas, Nuestra Señora de Gracia; la de Medina del Campo y la de Cantalapiedra, en la salida hacia Salamanca, tenida por la más hermosa.
En Madrigal nació Isabel (el 22 de abril de 1451, Jueves Santo) y también su hermano, el infante don Alfonso. Y en Madrigal encontró refugio la madre, doña Juana, portuguesa de triste destino, que acabó sus días confinada en el cercano castillo de Arévalo, donde pasaron una infancia de la que fueron arrebatados por su hermanastro, Enrique IV, el Impotente.
Isabelinos y juanistas
Esa impotencia, así como la licenciosa vida de su esposa, dieron origen a serias sospechas acerca de la paternidad de su hija, doña Juana, conocida como la Beltraneja; ambos bandos, el isabelino y el juanista, librarían una guerra civil que acabaría con el triunfo de la primera (casada ya con Fernando de Aragón) y el comienzo de una nueva época de la historia de España.
Pero eso vendría mucho después. Sus primeros pasos, sus primeros balbuceos, los dio en Madrigal, villa a la que seguiría muy apegada y en la que convocaría las Cortes primigenias de su reinado en 1476. En ese ámbito -en el convento restaurado para la efeméride y escenario de una de las exposiciones conmemorativas- viven 12 agustinas: la más joven tiene 28 años, la mayor acaba de cumplir 90. Ellas acompañan a los visitantes en el recorrido palaciego.
Entre estos muros vivió doña Ana, hija ilegítima de don Juan de Austria y protagonista del rocambolesco episodio con Gabriel Espinosa, conocido como el pastelero de Madrigal, en el que se unen seducción, intrigas y mano dura real: Felipe II en persona ordenó la ejecución del pastelero y del portugués fray Miguel de los Santos, quien avaló la pretendida personalidad de éste, que decía ser Sebastián, heredero de la corona lusa.
Otros personajes dio la villa: Alonso de Madrigal, el Tostado, nacido en 1400, cuya facundia e inteligencia propiciaron expresiones populares como "escribir más que el Tostado" o "saber más que el Tostado"; y Vasco de Quiroga, el Tata Vasco, obispo de Michoacán (México) en 1537, especialmente respetuoso con los indígenas.
"Le gustaba el ambientillo de Medina", dice Eva Quevedo, la responsable de mostrar el palacio Real Testamentario, en la plaza Mayor de Medina del Campo (Valladolid), donde murió el 26 de noviembre de 1504 Isabel la Católica y donde, como su propio nombre evoca, dictó testamento y posterior codicilo, o documento complementario. El tiempo y la realidad han dado la razón a muchos medinenses que lucharon porque este lugar emblemático no se viniera abajo. Este centro de interpretación ofrece hoy un recorrido interactivo sobre la villa, la vida y la muerte de Isabel I de Castilla.
Mercaderes de toda Europa
Sus vínculos con la llamada Wall Street del medievo fueron muy estrechos. A las afamadas ferias de Medina (ese "ambientillo" que tanto le gustaba) acudían mercaderes de toda Europa. Su huella económica, cultural y artística está magníficamente recogida en el museo de las Ferias, ubicado en el antiguo templo de San Martín, del siglo XVI. La Iglesia no fue ajena a ello, construyendo en la colegiata de San Antolín (recién restaurada y sede de una de las exposiciones) una capillita que da a la plaza Mayor, de manera que los comerciantes pudieran cumplir con Dios sin abandonar sus intereses. Ese espíritu está vivo: los bancos y tiendas -tienen justificada fama sus muebles- de Medina del Campo permanecen abiertos los sábados durante todo el día y los domingos por la mañana, siendo el jueves el día de descanso.
En cuanto al cercano castillo de la Mota, levantado entre los siglos XII y XV, profundas restauraciones lo salvaron de la ruina. Su mole es imponente, de una belleza inexpugnable. Entre sus muros pasó doña Juana (la loca de amor) algunos de sus peores momentos, cuando se le impidió salir para ir al encuentro de su amado esposo, Felipe el Hermoso. Isabel acudió a apaciguarla, en una actitud muy suya: allá donde había un problema, se personaba, aun poniendo en riesgo la vida; un aborto y la muerte de uno de los gemelos en el parto de doña María dan buena prueba de ello.
Porque esta reina no fue sólo, en el haber, una de las más grandes estadistas de la historia (Isabel y Fernando propiciaron el fin de las guerras intestinas, la unión de las coronas de Castilla y Aragón, la culminación de la reconquista y el descubrimiento del Nuevo Mundo), y en el debe, una defensora a ultranza de la fe (bajo su reinado se reforzó la inquisición y se produjo la expulsión de judíos y moriscos), sino una mujer que parió cinco veces, vio morir a sus dos hijos mayores (Juan e Isabel) y a su primer nieto (Miguel) y marchar al extranjero a sus otras tres hijas: Juana, a Flandes; María, a Portugal, y Catalina, a Inglaterra. Todo ello hizo que en su última etapa, según señala Manuel Fernández Álvarez en su libro Isabel la Católica, ya no fuera "aquella reina de la rigurosa justicia, sino la mujer que sabía dolerse de la desgracia ajena (...), transformándose en una asceta para quien la pobreza personal y el amparo y protección a los pobres adquirirían un sentido especial".
GUÍA PRÁCTICA
Dormir
- Villa de Ferias (983 80 27 00). Medina. Buen restaurante. La doble, 48 euros.
- La Mota (983 80 04 50). Medina. Céntrico. Habitación doble, 45 euros.
Exposiciones
Entrada gratuita. El catálogo, conjunto, 40 euros. - Madrigal: convento de Nuestra Señora de Gracia, hasta el 30 de junio: La vida palaciega. Piezas góticas, flamencas, mudéjares y musulmanas. - Medina: colegiata de San Antolín, hasta el 30 de junio: Caballería y devoción en la Castilla de Isabel la Católica. Tapices, orfebrería, pintura, escultura, armas y armaduras. Museo de las Ferias, hasta el 30 de junio: Comercio, mercado y economía en tiempos de la reina Isabel.
- Valladolid: monasterio de Nuestra Señora de Prado, hasta el 30 de mayo: Isabel la Católica. La magnificencia de un reinado. Testamento de la reina, rendición de Granada por Boabdil, Tratado de Tordesillas y Gramática de la lengua castellana, de Nebrija.
Oficinas de turismo
- Madrigal (www.ayto-madrigal.org y 661 50 26 13) y Medina (983 81 13 57 y www.ayto-medinadelcampo.es).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.