Muñoz Molina elogia la originalidad de 'Preludio', segunda novela de Jesús Ruiz Mantilla
Antonio Muñoz Molina presentó ayer Preludio, segunda novela de Jesús Ruiz Mantilla (Santander, 1965), como una "historia muy original para el panorama literario español y enmarcada en la tradición que se centra en personajes músicos y que además imita o se inspira en una estructura musical para construir la estructura narrativa".
Preludio, que ha sido editada por Ocho y Medio (que reeditará pronto Los ojos no ven, primera obra del periodista), fue festejada ayer en la Residencia de Estudiantes con un acto masivo que presentó Juan Ángel Vela del Campo y en el que intervinieron Muñoz Molina y el autor y que cerró Rosa Torres-Pardo tocando tres preludios de Chopin en el viejo piano de la Residencia.
La novela cuenta la historia del genial pianista español León de Vega, un hombre contradictorio especializado en tocar los 24 Preludios de Chopin. Es su historia contada por él mismo, a modo de monólogo neurótico o, más bien, de diálogo porque León es un personaje dual. "Como yo siempre he sido incapaz de utilizar las dos manos a la vez", explica Mantilla, "siempre pensé que los pianistas, que son capaces de hacer maravillas a dos manos, tenían dos cabezas. Así que construí un personaje paradójico: bisexual, de derechas y de izquierdas, cruel y tierno, famoso y torturado, ambidiestro y ambisiniestro... Luego vi que los pianistas reales respondían a esos parámetros y me quedé mucho más tranquilo".
Muñoz Molina cree que Mantilla refleja el interior de los pianistas, su "alma de novela gótica": "Ese oficio es solitario, duro, casi monstruoso: tienen en la cabeza obras complejísimas, salen al escenario con un instrumento que es como una orquesta y no llevan ni partitura. El pianista es héroe romántico y ser diabólico. El de Mantilla es brillante por fuera y sombrío y retorcido por dentro".
Brendel y Cortot
Melómano y operómano compulsivo (es especialista en amenizar veladas cantando varios personajes de Tristán e Isolda a la vez, con el coro y la orquesta aparte, y sin cobrar), Mantilla, que cubre la información de música clásica en estas páginas,
cuenta que uno de los pianistas que más le impresiona es Alfred Brendel, que por cierto le confesó que jamás tocaría los Preludios de Chopin: "Los considera la obra cumbre para piano, pero dice que la versión de Cortot es insuperable". La novela asume el reto de seguir la estructura de los preludios chopinianos con el mismo número y tempo marcados por el compositor en sus partituras. Además, León de Vega tiene algunos parecidos con Chopin: es romántico, trágico, triste, está enfermo, se siente extranjero y es un fanático del arte; su novia compone para él una pieza contemporánea y como no le gusta le pone la maleta en la puerta. Su voz exasperada, dice Muñoz Molina, y su soledad "recuerdan más a algunos personajes de Thomas Bernhard que a la literatura española. Pero eso se debe a una irregularidad española: aquí muy pocos escritores van a los conciertos. De clásica o de lo que sea".
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