_
_
_
_
_
Reportaje:

Esperando a las excavadoras de Israel

Una familia de Gaza espera a que el Ejército israelí vuele su casa. Allí vivía un terrorista suicida de Hamás

Jorge Marirrodriga

Un edificio de cuatro plantas situado en un atestado barrio de Bet Laja, en Gaza, frente al que una miríada de niños corre con los pies descalzos tras un balón deshinchado, tiene los días contados. Allí habitaba un miembro del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) que cometió un atentado terrorista suicida en Israel y sus habitantes ya se han hecho a la idea de que, inexorablemente, la casa será volada como represalia. En el edificio de cuatro plantas -construido por el mismo clan familiar entre 1982 y 1998- se alojan 11 familias, con un total de 75 personas de las cuales 53 son menores de edad. "Tenemos fuertes sentimientos religiosos y creemos en Alá. Si tiran la casa será porque Dios quiere, y en cualquier caso, no tendrá más valor que la vida de mi hijo", subraya el cabeza de familia.

"No sabíamos que mi hijo iba a participar en esta operación. Si lo llego a saber por supuesto que lo hubiera intentado evitar. Soy su padre y es una reacción normal, pero también soy consciente de que, aunque lo hubiera intentado, no habría logrado acabar con su determinación". Cuando Mahmud Zoher Salem habla de la "operación", se refiere al atentado suicida que el mayor de sus siete hijos, también llamado Mahmud, llevó a cabo el pasado 13 de marzo en el puerto israelí de Ashdod asesinando a 10 personas e hiriendo a otras 19. Y pudo haber sido peor. Los suicidas eran dos y según el Ejército israelí algo falló, ya que el segundo terrorista tenía que haberse hecho saltar por los aires cuando los servicios de socorro atendieran a las víctimas de la primera explosión. "Después de la operación estaba muy orgulloso de mi hijo, y hubiera deseado estar en su puesto para defender a mi pueblo de la injusticia a la que nos someten los israelíes", añade el padre en una sala vacía con apenas unas sillas de plástico.

"Nunca ha habido excepciones con las demoliciones de las casas de los mártires", explica con tono fatalista Mahmud. Los Salem ya han adoptado sus precauciones y prácticamente han vaciado el edificio de muebles que han distribuido por otras casas de familiares. Ahora esperan que un representante de Cruz Roja en Gaza les traiga la notificación de desalojo de la Administración israelí. Desde ese momento, en cualquier instante pueden aparecer los ingenieros del Ejército israelí que volarán el edificio. "Tenemos muchos parientes en la ciudad y trataremos de repartirnos por sus casas. No tenemos dinero para alquilar ni muchísimo menos reconstruir", explica Mahmud, empleado en el Ministerio de Educación, dependiente de la Autoridad Palestina.

En el edificio conviven estrechamente las 11 familias. Los chavales grandes defienden a los pequeños. En Bet Laja es casi imposible estar solo. ¿Nadie sabía nada? "Ninguno en la familia sabíamos que mi hijo estaba relacionado con Hamás ni con ningún otro grupo. Era muy estudioso y frecuentaba la mezquita, pero nada más. Nunca lo supimos. Yo no tengo nada que ver con la política, incluso tengo un permiso de trabajo en Israel y en los últimos meses he acudido mucho a Jerusalén para rezar en la mezquita de Al Aqsa", asegura Mahmud, a pesar de que la única decoración que queda en la sala sea un gran cartel con la efigie del líder espiritual de Hamás, el jeque Ahmed Yassin, asesinado hace una semana por un helicóptero israelí. Junto a él, la efigie de otro mártir en uniforme de combate y Kaláshnikov en la mano. "Quiero que mis otros hijos sigan el mensaje de Mahmud, pero no el de la operación, sino el de estudiar, ir a la universidad y tener éxito en la vida, y ahora sólo quiero que los israelíes me devuelvan el cuerpo de mi hijo".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_