La Alianza vigila ya el espacio aéreo báltico

Aviones de la OTAN vigilarán a partir de ahora el espacio aéreo de Letonia, Lituania y Estonia, las tres antiguas repúblicas soviéticas, que junto con Rumania, Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia son desde ayer miembros plenos de la Alianza Atlántica. El bloque militar occidental ha enviado un mensaje tranquilizador a Moscú de que la medida no es una amenaza contra Rusia, muy crítica y recelosa de la ampliación, sino a la necesidad de facilitar protección a esos países y a Eslovenia, que carecen de aviación militar propia.

El secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, aplazó esta semana su primera visita oficial a Moscú por tener que asistir ayer a la entrega en la Casa Blanca de los instrumentos de adhesión al Tratado de Washington por los nuevos socios.

El patrullaje es bastante limitado y no supone establecer bases permanentes atlánticas en esos ex territorios soviéticos, señalan fuentes aliadas. En el caso de Letonia, Lituania y Estonia será apenas una flotilla de cuatro aviones de combate belgas, que serán luego reemplazados por aparatos daneses, noruegos y británicos. La vigilancia de Eslovenia correrá a cargo de Italia.

Tanto De Hoop Scheffer, secretario general desde el pasado enero, como Nicholas Burns, embajador norteamericano en la organización, se han apresurado a tranquilizar a Moscú. "Queremos reforzar la cooperación" a través del Consejo OTAN-Rusia, el nuevo órgano bilateral creado hace dos años, afirmó ayer el primero en una entrevista a un diario francés. "No tengo sensación de que haya una crisis con Moscú", dijo el segundo el pasado viernes en un encuentro con periodistas. Lituania, Letonia y Estonia continúan, pese a las promesas, sin suscribir el tratado de fuerzas convencionales en Europa. "No hay ningún plan de desplegar soldados en esos países", según Burns.

Limar asperezas

Las posibles asperezas deberán ser limadas cuando los 26 ministros de Exteriores de la nueva OTAN se reúnan el viernes en Bruselas con el recién nombrado jefe de la diplomacia rusa, Sergéi Lavrov. De Hoop Scheffer pretendía incluso que el representante ruso asistiera a la ceremonia protocolaria de izada de banderas, pero ha recibido un amable niet. Espera, sin embargo, que el presidente Vladímir Putin no decline la invitación a la cumbre atlántica el próximo junio en Estambul.

Moscú ha aceptado a regañadientes esta nueva ampliación de la OTAN, la más amplia en sus 55 años de historia y la segunda en menos de una década en la que se incorporan países de la antigua órbita soviética. En 1999 se adhirieron Polonia, Hungría y la República Checa. Y ahora llegan estos siete, con una capacidad militar muy limitada pero atrapados en la órbita de influencia norteamericana. Todos apoyaron la guerra en Irak y seis de los siete participan en la coalición militar internacional.

Ésta no será la última ampliación de la OTAN, cuyas nuevas misiones contra el terrorismo y las armas de destrucción masiva la han transformado en una organización militar más allá de su carácter regional. Croacia, Albania y Macedonia aspiran a entrar en la próxima oleada y sus dirigentes tienen el respaldo de EE UU, como demuestra su asistencia a la ceremonia de ayer.