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VISTO / OÍDO
Columna
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Ocho mujeres

Son la mitad del Gabinete de ZP. El cálculo es provisional (no hay lista definitiva), presentido, y cumple una promesa. No creo que las mujeres sean mejores o peores que los hombres. Nuestra Montseny decía que eran tan malas como nosotros, y citaba a las que tejían con sus agujas y su lana (las tricoteuses) en el París revolucionario mirando rodar las cabezas que cortaban los hombres. Para ministro, o ministra, cualquiera vale, hasta los más imbéciles: los he visto enormes en varios regímenes, incluso en la que se llamó "república de intelectuales": y entre los mismos intelectuales. Mi madre me decía: "¡Qué tontos son los hombres de talento!"; siempre pensé que se refería a mi padre, por mera filosofía conyugal. No cito nombres. Y sujeto los dedos que se van a las mayúsculas del teclado. ¡Puente de plata! Y es posible que encuentre mi tonta o mi tonto en el nuevo gabinete.

Las mujeres: no sé si servirá de estímulo para la antigua injusticia esta reparación que hace ZP. Incluso nombrando a una vicepresidente: "Por primera vez en la historia", repiten los cronistas. Digo vicepresidente, como presidente, por ese barullo que tenemos con los participios: no sé por qué sirvienta, en lugar de sirviente, quien sirve, para los dos sexos. Hablé en la Universidad de Burdeos, la que lleva el nombre inspirador de Michel de Montaigne, y me advirtieron que cuando hablase con la mujer que la preside -lo que aquí es rector- me dirigiese a ella como "Madame le président", o "Señora el presidente", que era su fórmula. "Señora vicepresidente" estaría bien en este momento castellano histórico, pero no sé lo que pasará. ¡Todo son inquietudes lingüísticas!

Me disperso, divago. Creo que de algo servirá este paso: no va a ser negativo, como ha podido resultar en esta etapa, principalmente porque las mujeres de la izquierda (aunque sólo sea socialista, que a mí me parece una derecha inteligente) no son lo que las mujeres de la derecha, y menos las de Aznar, que ha sido una extrema derecha parlamentaria, y espero que no pase de ahí a pesar de la amargura y de la acción fulgurante de la cadena SER a la que doy mi voz con mucho gusto. Sólo pediría que hombres y mujeres del Gobierno no actuaran como hombres o mujeres, sino como servidores de la cosa pública, que en latín se decía "res publica".

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