¡Norma Aleandro!
Da igual que el buen director argentino Eduardo Mignogna se las ponga a su paisana Norma Aleandro sutiles y difíciles -como en Sol de
otoño, donde tuvo que afrontar un tú a tú a cara lavada con un Federico Luppi en vena- o lineales y fáciles, como hace ahora en Cleopatra. Y da igual, porque los resultados con que ella responde, aunque parezcan inversos, son en esencia uno, el mismo, pues la eminente actriz da el don de la sencillez a lo complejo y proporciona complejidad a lo que no la tiene.
Esta mujer reina en su oficio y maneja el misterioso don de la transfiguración con tanta finura, inteligencia y elegancia que su presencia se apodera de la pantalla sin que este dominio sea perceptible y malsuene a poder de diva. No lo es, no le hace falta el recurso al divismo a su inteligencia interpretativa. Le basta con alimentarse de su propia sustancia sin disminuir la ajena, sin necesidad de actores-muleta o soporte, ya que (cuando actúa) Norma Aleandro eleva a sus compañeros de reparto y da alas a quienes le dan la réplica.
CLEOPATRA
Dirección: Eduardo Mignogna. Guión: Silvina Chague y E. Mignogna. Intérpretes: Norma Aleandro, Natalia Oreiro, Leonardo Sbaraglia, Héctor Alterio, Alberto de Mendoza. Género: comedia. Argentina / España, 2003. Duración: 103 minutos.
Es lo que de nuevo ocurre en Cleopatra, donde Norma Aleandro está flanqueada por Héctor Alterio, Leonardo Sbaraglia y Natalia Oreiro, gente que sabe al dedillo su oficio y con quienes forma un precioso cuarteto de iguales, de gente que sabe mirar desde la altura de los hombres humanos. Y emprende la actriz argentina, mano a mano con la joven y hermosa Natalia Oreiro, una singular e inagotable aventura de carretera, una huida de espaldas a la vida trillada de una mujer -que durante decenios estuvo sometida a un matrimonio lúgubre, como la sociedad que lo sanciona- que toma las riendas de su camino y, en busca de libertad, la siembra por donde pasa.
Y Cleopatra, película menor, de las de relleno, es disparada a alturas mayores por Norma Aleandro y tres intérpretes con su talento espoleado por una actriz inmensa -y de arte transparente, dueña del talismán de la sencillez- que tira de ellos.