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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Las victimas

Terapia verbal en Santa Eugenia

Afectados y familiares de víctimas del 11-M se reúnen en el local de una asociación de vecinos de uno de los barrios más castigados

Manuel Planelles

Jorge tiene los tímpanos reventados; Julio César, las costillas rotas y una tuerca alojada en el pecho; Ionel, pesadillas. Los tres están sentados alrededor de una gran mesa negra en la asociación de vecinos La Colmena, del barrio de Santa Eugenia (Madrid).

-Jorge. Cuando estalló la bomba, yo estaba leyendo un libro. Al abrir los ojos, no veía mis manos. Las piernas no me reaccionaban. Las notaba, pero no las podía mover.

-Jorge. Lo único que sentía era una obsesión por salir de allí. Las piernas no reaccionaban. Me arrastré hasta la puerta del tren y me tiré.

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-Jorge. A mí me salvaron los cuerpos de los que iban de pie...

-Ionel. Sentí pánico. Ahora tengo miedo... Cuando me monto en el tren y hay mucha gente a mi lado, tengo miedo de que me hagan algo.

No se necesitan muchas palabras si quienes escuchan estuvieron también en alguno de los trenes que reventaron el 11 de marzo. Jorge Viñas, español, viajaba en el que explotó en la calle de Téllez. Julio César Martínez, dominicano, en el de la estación de El Pozo. Ionel Tudorache, rumano, en el de la estación de Atocha. Los cuatro son vecinos de Santa Eugenia (Vallecas), uno de los barrios que han sufrido más con los atentados. Hasta ahora, se estima que, sólo los muertos, superan la veintena. De momento, son imposibles de contabilizar los heridos, afectados y familiares de víctimas.

Hace una semana, los seis voluntarios fijos de la asociación de vecinos La Colmena decidieron no quedarse de brazos cruzados ante la desgracia que había sacudido a su barrio. ¿Cómo podían ayudar? "Intentando asesorar a los afectados y a sus familiares". María del Carmen Culebras cuenta que empapelaron medio barrio con carteles en los que se informaba de que la asociación ayudaba con los trámites a seguir para participar de las ayudas económicas. Desde entonces, han acudido decenas de vecinos.

La iniciativa, que en un principio sólo aspiraba a ser una forma de ayuda con el papeleo, ha terminado por convertirse en una terapia de grupo improvisada.

Todas las tardes, los vecinos que vieron y sufrieron la desgracia del 11-M se acercan hasta el local de La Colmena con los ojos en el suelo. Dalmi, una de las voluntarias que los recibe, cuenta que "tienen la mirada perdida". En un principio, llegan sólo para conseguir algo de información, pero enseguida empiezan a hablar de su experiencia y las miradas comienzan a comprenderse.

Media hora después de marcharse Jorge, Julio César y Ionel, entran en la misma sala Manuel y Concha. Los dos presenciaron el horror.

-Concha. Soy enfermera y no pude hacer nada. Me quedé paralizada.

Me siento culpable...

-Manuel. No debes sentirte culpable. Yo, en los primeros instantes, intenté ayudar. Antes de salir del tren, avisé a un señor que estaba sentado para que se fuese. Le di en el brazo y se cayó al suelo... No sé si estaba muerto, pero no me quedé a ayudarle... Ese vagón explotó unos minutos después de salir yo. Hubiera muerto.

-Concha. La verdad es que me molesta incluso oír a la gente riéndose. No entiendo cómo lo pueden hacer.

-Manuel. Pues hay que reírse. Hay que tener momentos de desahogo.

Mariano Laureiro, que también está sentado en la misma sala, asiente. Él no viajaba en ninguno de los trenes que explotaron, pero también sufre; ha perdido a su mujer en uno de los atentados.

Este vecino de 51 años es el verdadero impulsor de la iniciativa de La Colmena. A los pocos días de enterrar a su mujer, Mariano empezó a moverse: "Me sirvió para descargar". Cuenta que "con el tiempo todo se olvida y es mejor que haya una asociación que lo recuerde. Si estamos unidos, tendremos más peso. No es sólo que te den dinero y se queden tranquilos. Hay traumas, hay miedos... Alguien se tiene que hacer cargo de estas personas".

Esto es precisamente lo que quieren hacer en la asociación de vecinos. Su presidenta desde hace cuatro años, Marisa García de las Torres, explica que, a partir de mañana, viernes, se organizarán reuniones entre los afectados que quieran acercarse a charlar. Ya han conseguido que cuatro psicólogas voluntarias se comprometan a estar presentes durante las sesiones: "Queremos que, además de los 15 o 20 vecinos, haya un experto que les pueda asesorar".

María del Carmen Culebras es una de las voluntarias que ha estado estos días en las reuniones. Ella no ha estudiado psicología, pero explica que lo que hace es escucharlos o tomarse un café con ellos: "Sólo tienen ganas de hablar".

Vecinos afectados y voluntarios de La Colmena, en el local de la asociación en Santa Eugenia.
Vecinos afectados y voluntarios de La Colmena, en el local de la asociación en Santa Eugenia.SANTI BURGOS

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Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

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