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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Las víctimas

Un conductor para 30 heridos

El chófer de autobús urbano José Luis Partida recuerda cómo llevó a las víctimas al hospital

José Luis Partida, 34 años, es conductor de autobús urbano desde hace cuatro meses, pero el día del atentado hizo el trayecto más difícil de su vida: transportar a una treintena de heridos, víctimas de las bombas que explotaron en el tren que ya había llegado a Atocha.

"El cuerpo me temblaba, pero pensé: 'O me sereno o esto no hay quien lo conduzca", recuerda ahora.

Aquel jueves, José Luis, casado y con dos hijas, se había levantado a a las 5.30 de la mañana. Iba feliz al trabajo. Antes había sido repartidor de butano, encargado de almacén, lector de contadores de agua por las casas... Pero desde hace cuatro meses, desde que se sentó en un autobús, le "sonreía la vida", asegura. "Llevo mucho tiempo intentando ser conductor. Antes me pasaba fuera de casa 14 horas y ahora como mucho, 10. Me gusta conducir y estar en la calle", dice.

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Como acaba de empezar (está todavía de prueba), José Luis no tiene una línea asignada. Está de correturnos de estación, es decir, cubre las faltas por permiso o libranza de otros compañeros que sí tienen asignada una línea.

Ese día, le tocaba la 85, la que va de Atocha a Villaverde Bajo.

A las 8.15 José Luis observó mucho movimiento de bomberos, ambulancias y policía municipal que subían por el paseo de Delicias hasta la plaza de Legazpi, pero todavía no sabía qué pasaba. "Me olía que algo ocurría, pero a esas horas aún no había puesto a Luis del Olmo".

Cuando el autobús de José Luis estaba ya muy cerca de Atocha, dos inspectores de la Empresa Municipal de Transporte se acercaron a él con urgencia. "¡Entra en la zona acordonada, a las puertas de la estación de cercanías, que vamos a ir trasladando heridos al hospital!", le dijeron. Otros compañeros conductores estaban haciendo lo mismo.

José Luis vio cómo el Samur y la policía municipal sacaban a heridos, aparentemente leves, de la estación y los dirigían hacia el autobús. "En ese momento encendí la calefacción y me puse a acomodar a los heridos", recuerda. Vio de todo. "La gente estaba desencajada, algunos lloraban, pero muchos habían enmudecido, tenían la mirada perdida. Otros trataban de llamar por teléfono. Un señor que venía apoyándose en una señora y un joven sollozaba de una manera terrible...". Al autobús también se subió un policía municipal, que fue recogiendo los datos de los heridos.

Una vez que estaban todos los asientos ocupados, José Luis puso rumbo al Hospital Clínico San Carlos. Le escoltaban cuatro policías municipales subidos en una moto y con las sirenas puestas. En el camino, se saltó discos en verde, puso el autobús a 70 kilómetros por hora (la velocidad media es de 35 kilómetros hora) e invadió el carril contrario. "Tuve que hacer verdaderas virguerías para poder seguir a los municipales. Llegamos al Clínico en 10 minutos cuando en línea normal se tardan 45", dice.

En el hospital esperaban enfermeros y auxiliares para ayudar a las víctimas a bajar del autobús. Después, regresó a Atocha para transportar a más heridos. Pero ya no hacía falta.

Eran las 12.30 cuando se reincorporó en la línea 85, a la rutina de su trabajo. "Estaba tranquilo, sólo en los semáforos se me iba la cabeza pensando en lo que había ocurrido". Fue al bajar del autobús y volver a casa cuando las imágenes se agolparon en su cabeza. Entonces se desmoronó. "Me caía".

José Luis Partida, ante la estación de Atocha.
José Luis Partida, ante la estación de Atocha.ULY MARTÍN

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