Aznar en pantalla
La imagen que quede de la salida del poder de Aznar dependerá menos de su inesperada derrota del 14-M que de la actitud con que afronte sus consecuencias; sobre todo, de la forma como ejerza la autoridad moral que conserve en su partido para evitar que la frustración de los suyos se convierta en intentos de deslegitimación de los vencedores. Entrevistado en Tele 5, Aznar reiteró el miércoles su reconocimiento del veredicto de las urnas, pero no faltaron comentarios que contradicen esa actitud.
Lo más grave fue su descalificación de la confirmación por Zapatero de la retirada de las tropas españolas de Irak si no se dan determinados supuestos. Se trata, según Aznar, "de un gravísimo error [del que] se ha tomado muy buena nota por parte de los terroristas. No es haciendo concesiones al terror como se le vence. El terrorismo quiere que arrojemos la toalla". El presidente en funciones no es un periodista estadounidense desinformado; sabe que la decisión de retirar a los 1.300 soldados españoles figuraba en el programa del PSOE, y nada tiene que ver con los atentados. Es desleal insinuar desde la Presidencia en funciones que su sucesor propugne hacer concesiones al terror; precisamente ha dicho siempre lo contrario, y firmado con el PP un acuerdo, el Pacto Antiterrorista, expresamente destinado a descartar esa posibilidad.
Aznar ya había ensayado esa infamia en abril del año pasado, cuando, en plena guerra de Irak, acusó a Zapatero de adoptar una posición equidistante entre "los aliados y los tiranos" (en referencia a Sadam) y de defender propuestas que supondrían "un peligro para España y un riesgo para la seguridad de los españoles". Infamia comparable a la que explicitó en agosto, a la salida de una audiencia con el Rey, al atribuir a algunos el deseo de "ver llegar féretros" de los soldados españoles desplazados a Irak.
En relación a la información sobre los atentados, dio la impresión de seguir sin entender qué se le reprocha. No el haber sostenido la hipótesis de la autoría de ETA, ampliamente razonable y compartida en las primeras horas, sino haberse negado a integrar las noticias nuevas en el discurso sobre los atentados; es decir, haberse equivocado a su favor, a la vista de los efectos electorales previsibles según se acreditase la responsabilidad de ETA o de Al Qaeda. Pues era previsible, en efecto, que la sospecha de ocultación fuera activada por el recuerdo de las falsedades en nombre de las cuales se justificó la intervención en Irak.
El sábado se celebra en una plaza de toros de Madrid un acto político del PP planteado como de desagravio a Aznar y Rajoy. Sería la ocasión para que sus máximos dirigentes asumieran ante los suyos su responsabilidad por los errores que influyeron en los resultados del 14-M, sin tratar de endosárselos a terceros. Hablar a estas alturas de poderes "fácticos" es resucitar el lenguaje de una transición que creíamos cerrada.
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