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Columna
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Mal empezamos

Según parece hay nuevo gobierno. Lo digo porque aunque técnicamente no esté constituido, se deja notar. Es lo que tienen las urnas, se mete un papel y sale un gobierno a veces muy distinto al que se pronosticaba. Se le llama expresión de la voluntad soberana del pueblo. Para que algunos digan que los ciudadanos no deciden aunque sean vascos. Así pues, hay gobierno nuevo y sólo cabe felicitarle además de concederle por lo menos 100 días para ver cómo lo hace. Pero donde más se nota que hay gobierno nuevo, es en las colas. En una están los que le tiran piedras al gobierno saliente. El género humano somos así, un tanto vengativos aunque lo que más llama la atención es que en esa cola están tirando piedras muchos de los que antes le echaban piropos. El mundo está lleno de desagradecidos. Tanto que ya no cabe ni Aznar. Más vale que ahí están las hemerotecas para ver qué dijo cada cual y cada cualo. Pero hay otra cola, no diré de tiralevitas porque si bien es cierto que no faltan tampoco es cierto que sólo estén ellos. Se trata de la cola de los llamadores a los nuevos gobiernos. Unos llevan alianzas, otros arbitrios, bastantes el cazo. Sin que falten los leones. Sí, los leones. Hay un cuento polaco de cristianos que van a ser devorados por los leones. El más listo, que ha venteado el cambio, les dice que no teman que él ya se ha hecho cristiano.

Tampoco podían faltar los encantadores de serpientes. El mayor de todos ya ha va pregonando su diálogo hasta el amanecer y sin condiciones. Qué impresionante, sin condiciones. Pero por si las moscas ya advierte que el debate deberá versar sobre su plan. Lo que no constituye ninguna condición. Como tampoco la constituye el hecho de que no renunciará a que se respete la decisión de los vascos. ¿Se trata acaso de una condición? No, tal vez sea una simple amenaza, aunque cualquiera sabe, porque las amenazas sirven para condicionar. Aunque eso sí, elegantemente, ¿no se deben respetar todas las ideas? Pues bien, aunque amenazantes, las ideas amenazantes también son ideas y, por ello, dignas de respeto. Calma, por consiguiente, ya que el encantador de serpientes que pide respeto para sus ideas y diálogo sin condiciones está convencido de que todo este magnífico ejercicio de diálogo culminará en la aprobación de un proyecto en Vitoria que será refrendado de alguna manera por los vascos en su respetable, sosegada e ilusionante voluntad. Hay una pega, que esa esperanzadora y respetabilísima idea podría chocar con otra igual de respetable. ¿O no le ha dicho Zapatero, que desde su respetable entender no van a entrar a discutir, quiero decir a dialogar, la respetabilísima idea conocida como plan para encantar serpientes?

No sé cuánto va a durar tanto respeto, tanta esperanza e ilusión. Lo que si cabe prever es que el encantador de serpientes se va a enfadar porque a su juicio, un juicio muy respetable aunque bastante cortito, véanlo: "el problema vasco es lo más grande del mundo", y cuando hay problemas que son lo más grandes del mundo, generalmente no queda mundo para las soluciones. Sobre todo porque el encantador de serpientes está convencido de que llevarle la contraria, es decir, intentar convencerle de que algunas de sus ideas sólo pueden ser compartidas por él y los que son como él, lo entiende como que le están obligando a que deje de lado sus ideas para poder hablar. Menudo lío. Quiero decir menuda manera de entender el diálogo... Porque un diálogo que no quiera limitarse a poner dos voces en paralelo suele entablarse para que las dos partes hagan un trecho de camino y se junten en algún punto distinto a los de partida. Claro que, a lo mejor los diálogos sin condiciones tienen otra clase de particularidades. Como, por ejemplo, la de que uno no recorra respetablemente ningún trecho y le toque al otro recorrerlo todo. Lo dijo el espía que trataba de enrolar en el espionaje a cierto sastre de Panamá que, temeroso, invocaba a Dios: "¿Dios? Para qué le queremos si le tenemos a Vd.?".

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