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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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La globalización en un solo país y Al Qaeda

Joaquín Estefanía

HEMOS COMPROBADO cómo el nuevo terrorismo en red forma parte de la globalización. El profesor británico John Gray, antiguo teórico de la revolución conservadora de Margaret Thatcher y hoy hereje de la misma, ha dicho que no hay estereotipo que resulte más pasmoso que el que describe a Al Qaeda como un retroceso a los tiempos medievales. Gray considera a la organización terrorista como un subproducto de la globalización.

Al igual que los carteles mundiales de la droga y las corporaciones virtuales que se desarrollaron en los noventa, Al Qaeda ha evolucionado en una época en la que la desregulación financiera ha creado vastos fondos de riqueza en paraísos fiscales y el crimen organizado ha adquirido carácter global. "Su rasgo más característico -proyectar por todo el mundo una forma privada de violencia organizada- hubiera sido imposible en el pasado. De igual modo, la creencia de que es posible precipitar el advenimiento de un nuevo mundo mediante espectaculares actos de destrucción no se encuentra por ninguna parte en tiempos medievales" (Al Qaeda y lo que significa ser moderno. Paidós).

El terrorismo global no viene de la pobreza, sino que ésta se instrumenta a veces como pretexto para movilizar masas en contra de los que combaten el terrorismo. También por ello es imprescindible erradicarla

El atentado de Madrid muestra, una vez más, que la pobreza no genera el terrorismo. El terrorismo global no viene de la pobreza, sino que ésta se instrumenta a veces como pretexto para movilizar masas en contra de los que combaten el terrorismo. También por ello es necesario erradicarla. Bin Laden no era pobre cuando dirigió el ataque de las Torres Gemelas.

Sin embargo, actos así tienen reflejos nefastos sobre la economía de los ciudadanos. El 11-S supuso algo parecido a un impuesto sobre los flujos del capital, y la seguridad de las fronteras ha tendido a endurecerse. Como resultado, el comercio y el turismo crecieron menos y se hicieron más caros. Y, sobre todo, una dimensión psicológica: las empresas miran hacia dentro de sus fronteras, el apetito por lograr nuevas alianzas internacionales disminuye, y la aversión al riesgo es mayor. Todo ello sin contar con el incremento en los gastos de seguridad y defensa.

Esto es lo que ocurrió en EE UU: proteccionismo, limitaciones a los movimientos de personas, subsidiariedad de los derechos humanos frente a la seguridad interior. Tras haber sido un adelantado de la globalización contemporánea, EE UU ha optado hoy por la globalización en un solo país. Ello genera escenarios de introspección. Y una paradoja: el terrorismo moderno, que es un subproducto de la globalización, al mismo tiempo atenta contra ella. No existe una estabilidad inherente a la globalización, sino que suele llevar en su naturaleza las semillas de su propia destrucción.

Hay que encontrar un compromiso para superar el marco de la violencia global y traspasar el estrecho marco de la globalización, como ha sido concebido hasta ahora. Los profesores de la London School of Economic David Held y Mary Kaldor han avanzado un mínimo común denominador con el que trabajar: un compromiso civil con el sistema de derecho y no con la guerra; los civiles de todos los credos y nacionalidades deben ser protegidos, dondequiera que vivan, y los terroristas deben ser capturados y llevados a los tribunales. Pero también un esfuerzo masivo para crear una nueva forma de legitimidad que perseguiría el descrédito de las razones por las que se considera a Occidente egoísta, selectivo e insensible. Y un reconocimiento a priori de que las cuestiones éticas y de justicia planteadas por la polarización global de la riqueza y el poder, y con ellas las enormes asimetrías en las opciones vitales, no es algo cuya resolución pueda dejarse en manos de los mercados. Los que son más pobres y más vulnerables, los que están atrapados en situaciones geopolíticas sin solución, los que han sido desatendidos en sus reivindicaciones durante generaciones, siempre serán terreno abonado para los reclutadores de terroristas.

Sólo así puede entenderse la reciente declaración conjunta de Chirac y Schröder de combatir el terrorismo y la miseria que lo alimenta.

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