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Columna
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El tramo

Miquel Alberola

Ayer el Gobierno en funciones, en un gesto póstumo, desclasificó los informes sobre el 11-M "para demostrar que decía la verdad". Fue otro intento tan desesperado como gratuito de limpiar la imagen de mentira que ha quedado tatuada en tinta china para muchos años ante el mundo en la cara del PP. Las consecuencias ya son irreversibles. La mala gestión del último tramo de una persona puede arruinar toda su trayectoria. Ahí está le petit Castor de Simone de Beauvoire, el existencialista Jean Paul Sarte, que después de años de rectilínea ortodoxia estalinista y maoísta murió ácrata, rodeado de okupas, saltimbanquis y visionarios. O el materialista Althusser, que mató a su mujer a tiros y ha pasado a la posteridad como un filósofo asesino y zumbado. O Camilo José Cela, que acabó como un peluche en la falda de Marina Castaño. Incluso el mismo doctor dieta, Robert Atkins, autor de un libro que ha encauzado los hábitos alimentarios de millones de personas, quien murió no ya obeso sino a causa de su obesidad, al resbalar y dar con sus 113 kilos sobre el duro asfalto de Nueva York. Así es la vida. José María ya pertenece a esta retahíla de tipos que chutaron fuera ante la portería vacía tras haber regateado a toda la defensa. Tratar de arreglarlo entonces sólo es una evidencia más de la propia inoperancia. También Eduardo Zaplana debería de dejar de insistir en el asunto, puesto que él ha sido la cara y la voz -en medios digitales también le atribuyen haber echado "las últimas paladas sobre la tumba electoral del PP" al obstinarse en propagar la "inequívoca autoría etarra"- de este último tramo del PP en el Gobierno de España. Su penosa aparición a altas horas de la noche del sábado en televisión (mediante un vídeo enviado al más puro estilo Bin Laden), vestido de luto y con gesto melodramático como Arias Navarro, tendría que haber sido ya su última imagen en este monumental timo a la sociedad española, que sin duda ha contribuido a demoler el PP y a sepultar sus posibles aciertos de gestión. Si el PP aspira a la recomposición, debe prescindir de cualquiera de las caras que protagonizaron esa chapucería. Desviar la culpa hacia los medios es eternizarse en la derrota.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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