París ambiciona la potencia del mercado chino
Protestas e incidentes por el veto al premio Nobel Gao Xingjiang en el Salón del Libro
El Salón del Libro de París tiene una buena tradición reciente de choques con fuerte repercusión mediática. El año 2002 vio cómo la ministra de Cultura de entonces, Catherine Tasca, se negaba a acompañar a Silvio Berlusconi -el país invitado era Italia- en su recorrido por las casetas del certamen, y cómo Berlusconi prolongaba el incidente diplomático convirtiendo el insulto a su persona en un ataque a su país; la edición de 2003 escogió como villano a Arnaud Lagardère, el presidente del grupo Hachette que amenazaba con hacerse con el control del 90% de la distribución editorial francesa.
El Salón del Libro 2004 se ha abierto con un incidente lamentable: el país homenajeado es China, pero las autoridades del mismo han vetado, entre la lista de autores oficialmente invitados, la presencia de Gao Xingjian, escritor chino exiliado en Francia y premio Nobel de Literatura en el año 2000. Xingjiang tiene, desde 1998, la nacionalidad francesa y Pekín se ha agarrado a ese subterfugio para marginar una voz crítica. Nadie pudo evitar que el presidente Jacques Chirac, mientras iba de una caseta a otra, fuese abordado, ante las cámaras, por el popular escritor Fréderic Beigbeder, que, para la ocasión, lucía una camiseta con el siguiente mensaje: "Todos somos Gao, premio Nobel en el 2000, persona non grata en el 2004".
El escritor Fréderic Beigbeder increpó al presidente Chirac: "Todos somos Gao"
170.000 libros anuales se publican en China, un país con estructuras industriales obsoletas
Antes, el presidente francés ya había tenido que aceptar que un editor le increpase por el nuevo sistema de subsidios de paro impulsado por el Gobierno conservador, que deja fuera de las listas a 300.000 parados. "Ése es su best
seller", le soltó el responsable de la editorial Verticales a un Chirac con la sonrisa congelada.
Si el árbol no debe ocultar el bosque, la realidad tampoco ha de impedir los sueños. Y China es un sueño de 13.000 millones de euros anuales, si nos limitamos al ámbito editorial, un país en el que se publican 170.000 títulos cada año y que tiene unas estructuras industriales obsoletas. Visto desde Francia, donde el libro pesa 2.500 millones de euros -"más que el cine y la música", repite el gremio de editores- y los títulos publicados en 2003 fueron 44.145, China es un socio tentador o el paraíso al alcance de la mano, depende del optimismo.
El interés de Francia por China no es, sin embargo, reciente ni solamente interesado. El editor Philippe Picquier ha publicado desde 1986 unos 700 títulos de autores asiáticos y, además de Gao Xingjian, otros escritores nacidos en China han elegido Francia como país de adopción y, a veces, el francés como nueva lengua. Es el caso del excelente François Cheng, mientras que en la primera situación se encuentran Dai Sijie, Shan Sha, Shen Dali, Wei-Wei o Ya Ding. En París, procedentes de China Popular pero también de Taiwan, Hong Kong y el exilio occidental, se dan cita hasta el 24 de marzo unos 40 escritores chinos, entre ellos el muy popular Mo Yan o un analista de los males propios del país como Yu Hua.
Porque China, con su fórmula -"un país, dos sistemas"-, sigue siendo un misterio o un reto para los occidentales. El Estado intentó domesticar el mercado, aceptó en un primer momento una multiplicación de las editoriales independientes entre 1990 y 1998 pero, a partir de ese año, exigió que los libros obtengan su número de registro oficial a través de las 560 "marcas" paraestatales. El resultado es que el 80% de los libros, aunque pueden imprimirse, no encuentran distribución, un sector que sigue en manos del Partido Comunista.
En Francia el problema no es el partido, sino el grupo Hachette, que en 2002 se hizo con el sector editorial de Vivendi. Ahora Bruselas obliga a poner en venta el 60% de esa adquisición para evitar que Hachette pueda ser acusada de "abuso de situación dominante". Fue Lagardère quien compró a Vivendi el grupo español Anaya, y, en este caso, la Comisión Europea dio luz verde a la adquisición el pasado enero.
El grupo Media Participations, Gallimard y Flammarion figuran entre los hipotéticos compradores de una subasta que incluye una veintena de marcas editoriales. Emboscado, el nuevo número 3 del sector, Hervé de la Martinière -que se ha apoderado de Le Seuil gracias a la división familiar de esta gran firma de las ciencias sociales y, sobre todo, gracias a los éxitos millonarios conseguidos con los libros de fotos de Yann Arthus Bertrand-, acecha dudando sobre si continuar creciendo o no. De momento De la Martinière ha fichado a Gao Xingjian, arrebatándoselo a la pequeña L'Aubier, que lo publicaba cuando nadie se atrevía a hacerlo, entre ellos la propia Le Seuil.
El gran ausente de esa 24ª edición del Salón del Libro de París es el libro electrónico. Hace cinco años eran varias las empresas que apostaban por él, que daban por muerto el soporte papel, que no comprendían como no se había metido aún todo Proust en la memoria de un único libro electrónico capaz de memorizar más de 400 novelas. 2004 indica que durante mucho tiempo habrá pues que seguir plantando árboles.
Babelia
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