Las víctimas de ETA rinden homenaje a las del 11-M
La Asociación de Víctimas del Terrorismo pondrá en marcha un programa de voluntariado para asistir a los afectados
"Estamos en Atocha para compartir el dolor de las familias de las víctimas del 11-M, para decirles que les entendemos y que cuentan con nosotros". Ésta es la declaración de apoyo que hizo ayer Luis Portero, presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, durante el homenaje organizado por la federación que agrupa a las organizaciones de asistencia a estas víctimas. Portero, hijo del fiscal jefe de Andalucía del mismo nombre asesinado por ETA en 2000, anunció que la Fundación de Víctimas del Terrorismo (FVT) va a coordinar en los próximos días un programa de voluntarios para asistir a los familiares de heridos y fallecidos en el 11-M.
Pasado el mediodía, representantes de 10 asociaciones de víctimas prendieron una vela en el primer piso de la estación de Atocha, donde el mar de llamas rojas crece por momentos. Tras un firme "¡Que nunca más muera nadie, ni nadie quede herido a manos de los asesinos terroristas!", de Ana María Vidal Abarca, vicepresidenta de la FVT, sus miembros guardaron un minuto de silencio roto por los aplausos de la gente que observaba con curiosidad el enjambre de periodistas que les rodeaban.
Fue el homenaje de los representantes de los miles de víctimas del terror con el que ETA lleva intentando doblegarnos desde hace tantos años. Gente que sabe por lo que están pasando, y lo que tendrán que pasar, los afectados del 11-M. Había representantes de las fundaciones Alberto Jiménez Becerril, Fernando Buesa, Tomás Caballero, Maite Torrano, COVITE, Verde Esperanza, Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez y Manuel Broseta.
Vidal Abarca, que lucha por las víctimas desde que ETA asesinara en 1980 a su marido, el comandante Jesús Velasco, dijo estar muy satisfecha por la reacción de los españoles ante la catástrofe y pidió a los políticos "que no se enreden entre ellos por su visión de lo que pasó tras la tragedia, porque eso le quita importancia a la magnitud de la misma". "Tenemos que seguir unidos frente al terror", recomendó Vidal Abarca.
Ana Iríbar, viuda del concejal del PP en San Sebastián Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA en 1995, orientó a los familiares y amigos de las víctimas más recientes sobre cómo afrontar el drama: "Hay que acompañarlas, tocarlas, hablarlas, estar con ellas; que no sientan el vacío que sentimos muchos en el País Vasco cuando nos vimos frente al asesinato de un familiar".
Otra de estas mujeres fuertes,Cristina Cuesta, huérfana de Enrique Cuesta, delegado de Telefónica en San Sebastián hasta que ETA lo asesinó en 1982, está conmocionada ante el velatorio organizado espontáneamente por los madrileños. "Aquí se respira dolor, dignidad y esperanza. Quiero decir a las víctimas de esta matanza que vamos a estar cerca en el dolor, en el duelo y en el no
olvido". Cristina, representante de la Fundación Miguel Ángel Blanco, también aconsejó al entorno de las víctimas del 11-M que esté atento para ayudar en "las cuestiones más sencillas, como enfrentarse a un armario de ropa que ya no se usará más; estas cosas son a veces las más demoledoras".
Los voluntarios que la FVT va a coordinar para que se pongan al servicio de los afectados empezarán a trabajar "cuando pase un tiempo". Según los que han sufrido en carne propia el desgarro del terrorismo, "se necesita que pasen unos días para ofrecer ayuda externa al ámbito familiar". Conchita Martín, viuda del teniente coronel Pedro Blanco, con cuyo asesinato ETA rompió su supuesta tregua en 2000, dice que "las víctimas no quieren que les lleven del brazo o las acunen; lo que necesitan es apoyarse emocionalmente en su familia. Hay que dejarlas que lloren, que pasen su luto. No es bueno que se les diga que se relajen o se olviden".
Dice Conchita que el tiempo necesario para superar o, al menos, asimilar lo ocurrido el jueves, dependerá de cada uno, de su carácter. Pero recomienda que se mande a los niños al colegio, "que el que pueda, salga a comprar el pan". Asegura que las víctimas tienen que ser conscientes de que el dolor por la pérdida de un familiar se supera, "que la vida sigue y ha de seguir".
La afluencia de ciudadanos que acuden a la estación de Atocha a rendir homenaje a las víctimas no cesa. Pablo, de 65 años, se acerca por detrás de las cámaras de televisión con dos velas que llevan el nombre de María Jesús. Es la hija de unos amigos íntimos a la que identificaron por su ADN el martes pasado.
Mila, enfermera de urgencias, dobló turno hace una semana en el hospital Central de la Defensa. Está ensimismada viendo el panorama de velas, mensajes y flores que ya se van secando.
"Siento un vacío muy grande dentro". Dice que sigue sin comprender nada.
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