"Sólo pensé en mi niña"
Cristina Mora Palomo, embarazada de siete meses, tras salvar su vida en la explosión en el tren de El Pozo, espera a Arantxa para mayo
La historia de Cristina Mora Palomo, una madrileña de 24 años embarazada de siete meses, es una muestra del triunfo de la vida en el seno mismo de la tragedia del 11-M. Cristina ha sufrido heridas y quemaduras en la cara y las piernas, y sus oídos están afectados, pero está bien. Y lo más importante, aún espera para mayo, junto a su marido Antonio, a Arantxa, su primera hija. Sin embargo, aquella mañana, Cristina se encontraba dentro del tren de El Pozo cuando se produjo el atentado, en uno de los vagones que estalló por los aires.
"Subí al tren y me puse cerca de la puerta", explica. "Al minuto, sentí la primera explosión. Fue un sonido sordo, muy cerrado. La gente no reaccionó. Las luces seguían encendidas y pensé que era un fallo". Pese a la confusión que se apoderó del coche, la primera reacción de Cristina fue la de proteger a su niña. "Me di la vuelta para taparme la panza", dice, "y entonces sentí la segunda explosión". El estallido se produjo a unos metros dentro del vagón de dos pisos
y todo se volvió una pesadilla. "La segunda explosión fue muy cerca y sentí como se vino hacia mí. Saltó todo y la parte de arriba del vagón se derrumbó", relata, intentando mantener la calma y contener sus emociones.
"En ese momento, sólo pensé en la niña", afirma Cristina. "No sé cómo lo hice, pero me quité las cosas que me habían caído encima y salí del vagón". Fue una reacción instintiva que le dio fuerzas para sortear todos los obstáculos hasta encontrar la ayuda de las personas que inmediatamente después del atentado se acercaron al lugar de la tragedia.
"Salté a las vías", relata emocionada, y sus redondos ojos oscuros se agrandan, entre las quemaduras que se reparten por todo su rostro. "Cuando pasé sobre las vías vi a un hombre muerto y pedazos de cuerpos", dice, "pero mi reacción era salir de allí como fuera y lo antes posible". Un hombre la ayudó a llegar hasta el andén y a ponerse en contacto con su marido. "Alguien me dejó un móvil y llamé a Antonio para avisarle de que estaba bien".
Luego, un furgón policial la transportó hasta el hospital Gregorio Marañón, donde comprobaron que no tenía heridas extremadamente graves y que su niña también se encontraba bien. "Ahora debemos esperar a que nazca para ver si tendrá problemas auditivos", dice, mientras se acaricia su gran panza redonda, que hace difícil entender cómo es que logró saltar del tren, cruzar las vías y ponerse a salvo. "La niña me da mucha fuerza".
Los padres de Cristina resaltan con orgullo su carácter firme. "Mi hija es muy fuerte y muy valiente", dice su padre. "El lunes pasado quiso salir y ver la estación y el coche destrozado". "Quería ver el tren", afirma Cristina, "porque aún no me creía todo lo que había pasado. Bajé a poner una vela. Tarde o temprano tenía que bajar".
Cristina ha recibido la atención de una psicóloga -"una persona majísima"- y el cariño y el afecto de sus seres queridos. Una de las personas que más se ha preocupado por ella es su jefa,
que sufre un duro cargo de conciencia porque le había pedido a Cristina
que el jueves de 11 de marzo fuese más temprano al trabajo. "Normalmente tomo el tren de las 10 y mi marido suele venir conmigo", explica. "Ese día, por suerte, no vino". "El jueves, la jefa llamó siete u ocho veces para ver cómo estaba Cristina, vino a verla y se puso a llorar", afirman sus padres.
La dimensión de la tragedia ha afectado a todo el barrio de Las Palomeras, en torno a la estación de El Pozo. Cristina vio por última vez en el andén a dos de sus vecinos, Juan y Óscar. Pero ahora quiere olvidar un poco todo lo sucedido. "La niña está bien, que es lo que más importa", dice, "ahora intento superar poco a poco lo que pasó".
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