Sólo doce de los cuarenta islamistas detenidos en España tras el 11-S permanecen en prisión
La presión de EE UU obligó a la policía a detener a los sospechosos que tenía vigilados
Mohamed Bensakhria, un argelino de 34 años, miembro del comando terrorista islámico Meliani, que había huido de Francfort cuando la policía alemana descubrió sus planes para volar un mercadillo navideño en Estrasburgo, es el pez más gordo de Al Qaeda que ha caído en las redes policiales españolas durante los últimos tres años. Pero hasta su detención, en junio de 2001, la estrategia policial española era muy distinta. La prioridad consistía en recoger información de las células durmientes. Tras el 11-S fueron detenidas 40 personas, la mayor redada de Europa, de las que sólo 12 siguen en prisión.
La detención de Bensakhria reúne los elementos de una película policíaca. Un argelino de pelo rizado y barba de varios días, vestido con una camiseta blanca y vaqueros, salió de un bar de Alicante. Inmediatamente, dos policías de paisano confiscaron el vaso en el que había tomado un café con leche. Querían tomar sus huellas antes de que el camarero las destruyera. Eran la prueba para demostrar que se encontraban frente a uno de los lugartenientes de Osama Bin Laden.
La detención de Bensakhria rompió la estrategia que seguía la policía en sus investigaciones sobre supuestas células durmientes en España. Una estrategia que se resumía en dejar dormir a los durmientes y grabar hasta su respiración. Pero Bensakhria era un pez demasiado gordo para dejarlo dormir entre la numerosa y acogedora comunidad argelina de Alicante. Hoy está en una cárcel de Francia, país que solicitó su extradición.
Tras el 11-S, la presión de los servicios de inteligencia norteamericanos obligó a modificar la estrategia de dos décadas. A partir de ese momento, las fuerzas del orden recibieron orden de detener a los durmientes que habían vigilado durante años, cuyo seguimiento había proporcionado informaciones tan relevantes como la que trasladó en enero de 1995 Margarita Robles, entonces secretaria de Estado de Interior, a las autoridades francesas. Robles les previno sobre una campaña de atentados que, seis meses después, llevó el pánico hasta el metro y las calles de París.
La mayor redada de Europa
A partir del 11-S se rompió para siempre el pacto nunca escrito de no intervención por el que España, a medio camino entre el Islam y Europa, se había convertido en refugio de numerosos simpatizantes de los islamistas. Entre los más activos figuraban los del GIA argelino y los de su escisión, el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate.
Para la policía se acabó el filón informativo con el que había alimentado a los servicios de toda Europa durante años. Y para los durmientes se terminaron los tiempos de vivir tranquilos en la retaguardia española, que se había convertido en su anillo final, según asegura un informe de la Fiscalía de Milán. Ese informe sirvió para sentenciar al tunecino Essid Sami Ben Khemais, Saber, de 33 años, el primer condenado por pertenencia a Al Qaeda en Europa. Un hombre que días antes de su detención en Italia se paseó por Pamplona y Valencia.
Quince días después del ataque contra las Torres Gemelas fue detenido un grupo de salafistas en Valencia, Almería, Huelva, Navarra y Murcia. Un mes más tarde, el juez Garzón encarceló al grupo de sirios y marroquíes que dirigía en Madrid y Castellón Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, al que vincula con el 11-S. En enero del 2003 fueron detenidos en Barcelona y Girona 16 argelinos y marroquíes, una operación que resultó un fiasco. En total, 40 personas, el mayor número de capturas de Europa. De ellas, hoy sólo siguen en prisión una docena. El resto fueron puestas en libertad por falta de pruebas. "Dimos una patada al avispero pero, si se demuestra la marca de Al Qaeda en el 11-M, está claro que nos quedamos muy cortos", reconoce un agente dedicado a combatir el terrorismo islámico. En ese caso, los servicios de inteligencia españoles quedarán en la misma posición difícil que sus homólogos norteamericanos tras el 11-S. Como ellos, no se tomaron en serio la posibilidad de un atentado.
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