Otra lección de cine
En 2000, y contra todo pronóstico, la siempre inquieta y estimulante Agnès Varda dio una insólita vuelta de tuerca a su ya prolífica filmografía, y con Los espigadores y la espigadora firmó uno de los más sólidos, irónicos y al tiempo necesarios manifiestos sobre nuestra peculiar forma de relacionarnos con los restos: alimenticios, ante todo, pero no sólo.
El éxito la sorprendió a ella casi tanto como a todos nosotros; y llegó a crear un clima tan insólito hacia el filme que provocó una auténtica catarata de envíos -de cartas, de manifiestos de adhesión; también de objetos raros o curiosos- hacia la casa de la cineasta, cada vez más sobrepasada (y es de creer que halagada) por la oleada de sus admiradores.
DOS AÑOS DESPUÉS
Dirección: Agnès Varda. Intérpretes: Agnès Varda y actores no profesionales. Género: documental social. Francia, 2002. Duración: 63 minutos.
Un nuevo encuentro
Con esos materiales, Agnès Varda deshizo el camino y volvió a contactar con quienes habían respondido a sus requerimientos en el primer documental. Y el resultado es éste Dos años después, más que una película, una ceremonia de reapropia-ción, incluso de reciclaje... como si su cine se hubiera contagiado, en suma, de lo que le enseñaron antes sus entrevistados.
En esta desconcertante, pero al tiempo muy estimulante continuación, nos encontramos con que no a todos les ha ido bien con la fama (el entrañable biólogo que comía las sobras del mercado y daba clases a emigrantes ha visto, airado, cómo se le complicaba su hasta entonces anónima existencia; y es sólo uno de los ejemplos); de que no siempre la pregunta que postula Varda (¿cómo les ha afectado el aparecer en la anterior película?) tiene respuesta satisfactoria... vamos, algo tan esperable como la vida misma.
Es más breve que la anterior, aunque compensa la falta de sorpresa por su contenido con una sinceridad que salva por completo la empresa.
Y una vez más, es el recordatorio que en el terreno del documental (del arte, a secas) no hay temas grandes o pequeños, sino acercamientos inteligentes u obtusos, éticas encomiables o aprovechamientos mezquinos. La realizadora Varda demuestra una vez más que su mirada podrá ser la de una (casi) octogenaria, pero no es la de una vieja. Y su película es una nueva, joven, radical lección de buen cine.
Babelia
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