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El Parlamento y la sociedad civil

El pasado 24 de febrero, el Parlament de Catalunya acogió el acto de entrega del XXVII Premi Solidaritat, que otorga el Institut de Drets Humans de Catalunya a personas o entidades de esta comunidad que se hayan destacado por su lucha en la defensa de los derechos humanos. Un ámbito que requiere más atención que nunca por parte de la esfera política, dada la velocidad con que se transforma y evoluciona la sociedad actual.

Hace tiempo que repito que el nuestro quiere ser un Parlamento abierto a la ciudadanía y a la sociedad civil, y actos como el de la entrega del Premi Solidaritat, que nuestra Cámara acoge desde hace tantos años, permiten hacer realidad este objetivo.

Constituye un punto más de colaboración con el Institut de Drets Humans de Catalunya (IDHC), el cual desarrolla en Cataluña una gran tarea, mucho más allá de este premio, que no es poco. El IDHC de Cataluña es por sí mismo una herramienta útil para recordarnos que nuestra sociedad civil se mantiene alerta a los problemas y a las carencias en la garantía de los derechos humanos; unos derechos que, como bien señaló Jaume Saura, presidente del IDHC, "aunque deberían ser universales, indivisibles e interdependientes, aún están lejos de haberse alcanzado plenamente en muchos sitios, incluido nuestro entorno inmediato".

En el campo de los derechos civiles aún queda tramo por recorrer, pero el sector que precisa de mayor empuje es la educación

Históricamente, las catalanas y los catalanes hemos compartido plenamente la defensa de los valores de nuestra vida colectiva, ejemplificados especialmente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con la cual el Parlament de Catalunya ha manifestado repetidamente su compromiso, y que es a su vez base y esencia para la vida social y política de nuestro país.

Pero las palabras institucionales requieren ser trasladadas a la vida cotidiana. Ello es lo que intenta llevar a cabo, día a día, mucha gente en nuestro país, y lo que, tal como se destacó con el premio de esta edición, lleva realizando Jordi Petit desde hace más de 25 años. Jordi Petit es sin duda un referente. Por su trabajo, dedicación constante y lucha en favor de la igualdad. Es un símbolo de la defensa de los derechos de los gays y lesbianas, colectivo que recibe, a través de él, un reconocimiento por todos estos años de búsqueda de la normalización de un hecho que de por sí es absolutamente normal, como lo es la homosexualidad. Y es también un referente en la reivindicación de la igualdad de derechos de las personas que padecen una enfermedad como el sida, que tanto daño ha causado y sigue causando en nuestro mundo.

Cataluña todavía debe expandir las libertades personales y los derechos civiles, y en los casos concretos de gays, lesbianas y transexuales, influir en el cambio hacia actitudes sociales positivas con respecto a estas formas de relación, de afecto y sexo. Las carencias todavía son muchas; no olvidemos que la visión social de las homosexualidades como algo extraño es la causa de un tercio de los suicidios entre adolescentes, y de la transmisión sexual del sida entre los jóvenes homosexuales. Reorientar esta situación nos exige, pues, actuar con celeridad.

Todavía queda mucho por hacer si queremos disfrutar de la igualdad social que todas les personas merecemos. En el campo de los derechos civiles aún debemos avanzar bastante (matrimonio, adopción, herencia, bienestar social), pero donde hay que dar un mayor empuje es en la educación, el espacio donde podemos decidir el futuro de nuestra sociedad. Es ahí donde se ponen las bases de una Cataluña tolerante o intolerante, abierta o cerrada. Es ahí donde se aprende a construir muros o a derruirlos y ver la vida como un gran espacio abierto. En definitiva, saber aprender que la diferencia también es un valor.

El acto celebrado en nuestro Parlament, en la casa de todas y todos los catalanes, tiene un componente de altavoz y recordatorio de las realidades de nuestro país y, por tanto, por su influencia en la opinión pública, es un paso más en el avance de los derechos humanos y civiles en Cataluña, y en especial, del derecho a la igualdad y a la no-discriminación.

En el mismo acto, a través de la mención especial Medios de Comunicación, se premió también al periodista marroquí Alí Lmrabet. Su lucha por la libertad de expresión en su país, que en los momentos más difíciles recibió el apoyo y la solidaridad de la sociedad civil catalana, es también un símbolo de la lucha que por todo el mundo desarrollan silenciosamente infinidad de personas en favor de la libertad de expresión.

Su premio es, pues, también un premio para todas las personas que, en Cataluña, nos han abierto los ojos para ver la situación que padecía, y acercarnos a él y a los que, como él, estaban encarcelados por expresar su opinión, y que con su insistencia, han logrado su liberación.

Con todo ello, han conseguido no sólo recordarnos las carencias en derechos humanos existentes en todo el mundo, sino, sobre todo, enseñarnos que se pueden hacer cosas, que podemos avanzar, y que para arreglar las injusticias de este mundo hace falta que sumemos esfuerzos y nos pongamos todos a una.

Mejorar nuestro país y mejorar el mundo constituyen hoy una auténtica necesidad y un mismo proyecto.

Ernest Benach es presidente del Parlament de Catalunya.

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