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Perspectivas económicas de Cataluña

El año 2004 no será demasiado diferente de lo que fue 2003 para la economía catalana si nos fijamos en las grandes macromagnitudes económicas. Las tasas de crecimiento del producto interior bruto, la inflación, la evolución de la creación del empleo y la del paro serán sustancialmente similares a las del año anterior. Muy probablemente continuará la trayectoria de los últimos años: el PIB catalán crecerá más que el de la Unión Europea, pero por debajo del español. Por tanto, convergencia con la Unión Europea y retroceso en el peso relativo en España. Las cosas no cambiarán demasiado en Cataluña, como tampoco en España, porque 2004 será todavía un año (quizá el último) en que la economía continuará impulsada por factores que ya no pueden dar mucho más de sí. Así, el sector de la construcción mantendrá aún cierto empuje, aunque ya claramente menos acentuado que en los últimos años; las economías familiares se endeudarán todavía un poco más, aunque no les queda demasiado margen para seguir por este camino, porque los niveles de endeudamiento están en récords históricos y porque la tendencia de los tipos de interés ya no puede ir más que al alza.

Es de conocimiento general que el modelo económico de crecimiento de los últimos años en Cataluña y en España ya está agotado. Y en las últimas semanas hemos experimentado ejemplos bien claros: el anuncio del cierre de algunas fábricas, que no son los primeros cierres que se producen (recordemos a Lear, por ejemplo), pero que se han anunciado de forma sucesiva y han tenido, por tanto, un efecto acumulativo. Se ha agotado el modelo de crecimiento económico y creación de puestos de trabajo sobre la base de salarios bajos y en sectores de escaso valor añadido. Una de las consecuencias de este modelo de crecimiento es que el conjunto de la economía española haya experimentado el peor resultado de la Unión Europea en crecimiento de la productividad desde mediados de los noventa. Esto es grave, porque se explica fundamentalmente por el escaso desarrollo de las tecnologías avanzadas en los procesos productivos en los últimos años. A causa de esto, se deteriora la posibilidad de que nuestra economía produzca mejores calidades con precios más competitivos.

Éstos son los retos reales que tiene por delante la economía catalana para el futuro inmediato, más allá de la estabilidad a corto plazo que tendremos en 2004. Las pérdidas de fábricas que se van en busca de lugares donde producir más barato continuará. Por los mismos motivos que algunas empresas escogieron Cataluña para producir en los años ochenta, ahora deciden marchar hacia localizaciones que tienen las condiciones que nosotros teníamos hace algún tiempo. En este sentido, me parece muy acertada la posición expresada por Maragall cuando afirma que hay que dar la batalla no tanto para evitar perder puestos de trabajo de escaso valor añadido como para conseguir mantener y aún atraer más empleos de alto valor añadido. Desde luego, mucho mejor que las declaraciones admonitorias hacia las empresas huidizas realizadas desde algunas esferas de la Administración catalana.

Mucho mejor también que las posiciones adoptadas por Aznar y por Arenas, quien ha venido a decir que el cierre de fábricas forma parte del programa oculto del Gobierno tripartito (bueno, no exactamente esto, pero muy poco menos). Hay que haber acumulado mucho odio y rencor para hacer declaraciones de este tipo. Porque es precisamente el fracaso del Gobierno central en impulsar una mejora de la productividad de la economía española (y también, por tanto, la catalana) el que está en la raíz del agotamiento del modelo de crecimiento económico, del que el cierre de Samsung o Philips no son sino síntomas en Cataluña. Mucho mejor irían las cosas si no llevásemos una serie de años en que cada nuevo programa público de innovación tecnológica se acaba en la rueda de prensa gubernamental (central) destinada a darlo a conocer.

De hecho, debido a la política de expansión de la demanda impulsada por el Gobierno central, la inflación acumulada en España desde 1997 es muy superior a la de la eurozona. Esta brecha es aún más preocupante con nuestros principales socios comerciales: nuestra inflación acumulada desde 1997 es el doble de la francesa y más del doble de la alemana. Esto tenía que acabar repercutiendo en nuestra competitividad exterior, y la tasa de evolución de las exportaciones registra los resultados más bajos en muchos años. Hay empresas a las que ya no les resulta rentable producir en España. Por eso, un Gobierno como el central, responsable (en sentido estricto) de la deslocalización de actividades industriales en Cataluña, debería haber respondido a anuncios de cierres de empresas con más sensatez. Por ejemplo, proponiendo la cooperación entre Gobierno central y autónomo para mejorar la capacidad de atracción de inversiones.

El problema fundamental de la economía catalana es la capacidad para acentuar nuestros resultados en sectores de alto valor añadido. Para conseguirlo hemos de mejorar nuestra productividad. Y para lograr esto se han de impulsar con urgencia las mejoras de las capacidades humanas y tecnológicas del país. Es decir, más inversión en educación y más inversión en investigación y desarrollo tecnológico. Y esto es tarea no para uno, sino para todos los gobiernos.

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Germà Bel es profesor de Política Económica de la Universidad de Barcelona y diputado del PSC

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